miércoles, 3 de agosto de 2011

99- Nunca mezcles un buen vino con una posible novia por Alejandro Berzakey

El sommelier se acerca a la mesa; me observa a los ojos y contempla, disimulando con fruición una sonrisa cómplice, la espléndida figura de mi compañera. Lee en nuestras miradas los signos de un encuentro amoroso y recomienda el vino adecuado para el momento; sabe lo que tiene que hacer y lo hace sin vacilación. Luego se retira a una posición estratégica, a unos metros del estrépito de las mesas ocupadas. Apoya apenas sus manos sobre un atril dorado y ordena, con la naturalidad de un elegido, la calidad del vino que nos servirán.
Paula sonríe y no deja de hablar del encanto barroco del restaurante. Sí, parece una contradicción debido a su extravagante vestimenta, y a su cabello con tres puntas de diferentes colores y sobresaliendo varios centímetros del cuero cabelludo, pero esas contradicciones son, precisamente, las que acentúan su belleza. Nadie podría negar que es poseedora de un rostro hermoso y que en él, sus ojos, parecen escudriñar en los deseos más profundos de los hombres, sin por eso perder la inocencia seráfica de su boca
Me siento gratificado por las palabras de mi amada, y entiendo su esmero en tratar de alabar mi elección del lugar, pero para mí es otro bodegón decadente y nadie va a quitarme ese pensamiento de la cabeza; sólo vine por el buen vino que sirven aquí.
El júbilo, producto de los dos anti depresivos ingeridos antes de venir hacia aquí, me agita y llena mi boca de expresiones cursis, grandilocuentes y hasta diría que bochornosas, que exaltan la belleza de Paula y el entorno que la magnifica. La sinceridad, en estos casos, tiene poca necesidad de aparecer en mis palabras y ella lo sabe, y sonríe.
El sommelier se acerca a nuestra mesa cuando llega el vino, lo prueba y nos contagia la pasión por beberlo.
 El empleado de la casa tiene clase, y con la categoría de un charmant acepta la tarjeta que mi novia, la muy mosquita muerta hija de puta, le pasa por el costado de la mesa, pensando que desde mi posición, de alma derrumbándose ante la realidad de la perfidia, jamás podría darme cuenta.

2 comentarios:

Jacobino dijo...

Un estilo demasiado formal y poco argumento y muy simple.

Suerte.

Calvin dijo...

No entiendo muy bien el odio final. Todo el relato el narrador es muy comedido. Incluso empalagoso. Derepente suelta hija de puta y se queda tan ancho. No lo veo
Un saludo