jueves, 23 de junio de 2011

18- El cajón de salazón por Piaget

    Más intenso que el aroma de las hojas húmedas en la madrugada era el olor a café que colaba Bibiana. A la luz del candil, la sombra del colador de manga, renegrido por las muchas coladas, semejaba un volcán invertido con humareda sobre las paredes de yagua. De la hogaza de pan partió tres grandes trozos, que los hombres comieron quemándose la lengua con el café retinto y dulce.
Bibiana soltó con esfuerzo la tranca dura de cedro de la puerta de la cocina y dejó pasar la madrugada que venía acompañada de una lluvia fina. La mujer se estremeció con un escalofrío y miró preocupada las nubes oscuras a las que el sol naciente orlaba con un fino crespón azufrado. El más viejo de los hombres había metido en un saco las guatacas y apuraba a los otros.
- ¡Carijo, no den más vueltas que el tiempo está puñetero y el tabaco no entiende! Bibiana, no podremos venir a almorzar, nos alcanzas la comida a la vega.
Bibiana asintió en silencio, y cuando sus hombres se alejaban por el trillo, les hizo la señal de la cruz y se dispuso a comenzar sus labores de todos los días.  No había hecho más que girarse cuando escuchó el golpe propio de un cuerpo pesado al caer al fango. Se volteó y enseguida adivinó el designio del destino que se había aparecido tan de repente y sin avisar pues le resultó fatalidad que Leandro muriese en un día tan nefasto para el campo. Los hijos clamaban e intentaban incorporar al padre cuyo cuerpo se habia convertido en pesadas yuntas de bueyes. La locura, o quizás el raciocinio, de Bibiana la llevó a ordenar que entraran el cuerpo del padre a la cocina y lo acomodaran en el cajón de la salazón, que allí estaría protegido y acompañado por su persona hasta la hora del velatorio.  Después de haber limpiado al muerto del fangal y haberlo recostado entre los pedazos salados de puerco de la última matanza, conminó a los hijos a marchar y terminar las faenas que sabían su padre querría para tal día en los campos de tabaco.
Después de encender la leña y poner al fuego los frijoles, Bibiana salió al patio, donde la esperaba picoteando su cría de gallinas, guineos y dos guanajos, a los que alimentó con maíz desgranado. Con un machete casi de su tamaño, caminó hasta la arboleda, recostó la escalera al tronco recto y liso de una palma, y cortó con limpieza el palmiche, que arrastró a duras penas hasta el corral de los puercos, pues con las sobras de la casa no engordarían para fin de año los dos marranos. Entonces recorrió los sitios donde las gallinas anidaban, recogió ¡ocho huevos!, los dejó en la cocina y sazonó los frijoles, y salió con una guataca pequeña hasta la puntica de maíz, donde escardó la tierra, y escogió un puñado de mazorcas que fue echando en un saco.
La lluvia persistía, y pesados grumos de fango pegados a sus zapatos le dificultaban la marcha. La ropa húmeda pegada al cuerpo enfriaba su piel, pero se consoló pensando que pronto en la cocina podría secarse. Así pensando, recogió los mangos y plátanos maduros, una fruta bomba tierna pensando en un dulce en almíbar, y se sofocó sacando yuca para el almuerzo, que la tierra mojada aprisionaba amorosa.
Bibiana levantó la vista al cielo, y a pesar del mal tiempo, pensó que se retrasaba con el almuerzo, calculando la altura del sol extraño de esa funesta mañana de octubre. De camino a la casa, pasó por el arroyo cercano recogiendo agua para llenar el porrón y la tinaja de la cocina. En su palangana de latón se lavó la cara y las manos. Con un cuchillo raspó el fango de los zapatos después de calzar las alpargatas y en el cuarto, frente al pedazo de espejo, peinó sus largos cabellos dorados, salpicados de canas duras y rebeldes. Molesta, se hizo una trenza apretada, que ató con una tira de seda que guardaba hacía años.
- Ya estoy aquí, Leandro. Haremos juntitos la comida del almuerzo para los hijos y la del duelo para los invitados. ¡Ahora que te habías enternecido con el remojo abandonas el potaje! Ya me lo decía mi madre, que las personas eran como los frijoles: nacen tiernitos y protegidos en su mata, pero una vez que se desgranan, que pierden la protección y se enfrentan a los rigores del mundo, a la intemperie, comienzan a secarse lo que conlleva un endurecimiento por pérdida de agua. Para poder consumirlos hay que reponerles el agua. Los frijoles hay que ponerlos en remojo. Entonces pueden cocinarse y quedarán tan tiernos como la más tierna de las verduras del potaje. De la misma manera, las personas nacen tiernas e inocentes protegidas por los algodones paternos en la mayoría de los casos. Pero con el paso del tiempo, los golpes de la vida y la pérdida de protección se endurecen, se secan por dentro y son incapaces de ligar con nadie si no se les somete a un previo remojo. Un remojo que dé como resultado a una persona madura enternecida, capaz de estar a la altura de la mazorca más tierna de la familia. Pero cuando el frijol ha nacido podrido o lo ha hecho por el camino, mejor no echarlo al potaje o lo echaría todo a perder. Eso hice contigo, Leandro, y cuando venías a estar meloso y dulce como plátano frito te caes al fango y dejas a los hijos toda la faena del campo. Porque tú ya sabes que yo soy como fruta bomba tierna en almíbar, que por muy dulce o pelada que esté, no deja de ser fruta bomba. Que soy muy dispuesta y trabajadora pero que la gente hace de mí gato y zapato y mejor me iría si fuese alguien de yuca y ñame.
Ella miró al marido muerto y creyó escuchar el estruendo de un trueno así que se echó al hombro el jolongo que le quemaba el brazo, por la comida hirviendo, y lo envolvió con el hule viejo que le servía de mantel, pues la lluvia era ahora más fuerte. En el otro brazo el porrón del agua, y un pomito lleno de café caliente. Llegó a la vega empapada, pero la comida caliente y seca. Los hijos estaban preocupados por el tiempo, si seguía lloviendo la vega podría anegarse, pudrir la raíz, quemarse la hoja.
- Pero, madre, ¿qué hace aquí? ¿No sabe que tenemos encima un ciclón? ¡Vámonos, madre, vámonos!
Apenas habían caminado unos metros cuando un ruido desconocido que parecía un tren gigantesco surcando el cielo a todo vapor les obligó a taparse los oídos. Las ráfagas doblaban los árboles y Bibiana sintió que el viento la arrastraría y alcanzó a refugiarse bajo una enorme ceiba. Temblando de frío y de miedo, logró partir una rama y con ella tanteó el terreno. Cuando podía, avanzaba a gatas para que el viento no la arrastrase y a duras penas veía a sus hijos delante de ella. Un estruendo mayor que el anterior trajo un alud de fango y agua loma abajo en el que se veían cabezas de terneros, las patas de un caballo...
Dicen que nunca fueron encontrados sus cuerpos. Que sólo hallaron el cadáver de Leandro dentro del cajón de salazón sobre la mesa de la cocina rodeado de platos con frijoles, arroz, yuca con mojo de limón, ajo y manteca de puerco, tortilla de huevos frescos y platanitos manzanos bien maduritos.

13 comentarios:

Jacobino dijo...

Bien escrito y con argumento.

Suerte.

Minusi dijo...

Un relato muy bueno. La descripción está muy cuidada desde todos los puntos de vista. El argumento está muy bien estructurado también. Mucha suerte Piaget.

Calvin dijo...

El relato como dicen antes, está bien hecho. Estructura concreta, con final inteligente. Como pero, el discurso de la madre, para mi gusto demasiado estructurado. Parece más el narrador el que habla que el personaje.

UN saludo

Mei Morán dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Me gustó su relato. Quizá no es muy creíble que tras el paso del ciclón la casa en la que yace Leandro siga en pie y la comida intacta.
Saludos

Juan Antonio dijo...

Un relato demoledor, detallista y humano.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por lo comentarios y por las estrellas.
Piaget.

Anónimo dijo...

Doscientos cincuenta millones de GRACIAS a todo el público que ha votado por mi relato.
PIAGET.

Anónimo dijo...

Muchas felicidades por este relato merecido ganador por su elaborado trabajo.

Anónimo dijo...

MUCHAS FELICIDADES POR HABER GANADO. AHORA QUEDA ESPERAR EL VEREDICTO DEL JURADO, MIENTRAS TANTO DISFRUTE DE HABER LLEGADO COMO UNO DE LOS MEJORES RELATOS POR PARTE DEL PÚBLICO QUE HA TENIDO QUE APORTAR LA BASE DE ESTE CONCURSO.

Anónimo dijo...

¡Enhorabuena!Voté por este relato y me alegro de que haya ganado.

Anónimo dijo...

Muy interesante la metáfora de que a las personas hay que ponerlas en remojo como a los frijoles. ¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Esperamos también ganes el premio del jurado. ¡SUERTE!