domingo, 10 de julio de 2011

50- En espera del gorrión por Colibrí

Era mi primera visita a aquel pueblo que no aparecía ni en el mapa. Pasaría las vacaciones con mis tíos. Salir del bullicio y el movimiento de la ciudad, para adentrarme en el fin del mundo, no fue fácil.  La casa de mis tíos era la última de esa calle. En cuanto abrieron la verja los perros comenzaron a ladrar. Estaba segura que esa noche el gorrión cantaría a mi oído.
   ¡Que cocina  tan impresionante!  La ocupaba una  mesa larguísima y otra más pequeña llena de cacerolas. La nevera grande, un horno empotrado en la pared, sobre el mismo una tabla indicando cómo graduarle la temperatura y  medir los ingredientes.  Varias piernas de cerdo colgaban del techo destilando un líquido rojizo. Están recién elaboradas, indicó  tío. Dentro de unos días será el mejor jamón que hayas probado, no puedo negar que la boca se me hizo agua. En estas vacaciones no tendrás tiempo para aburrirte, pronosticó  sonriendo. Las campanadas del reloj alarmaron a mi tía, aseguró que se le había hecho tarde para la comida.  Tomándome de la mano me invitó a que la ayudara confesé que no sabía hacer nada. Aprenderás. La cocina es deliciosa y divertida, es habilidad y magia. Disfrutarás de sus aromas, de las combinaciones de platos, que mientras más complicados más sabrosos. Llorarás cuando algo se te queme después de haber puesto todo tu empeño en que saliera bien. Y si se te va la mano en sal, azúcar o pimienta, sufrirás por no haberlo hecho como debías. En este arte que es cocinar todos los extremos son malos. Envuélvete los cabellos con este gorro,  colócate el delantal  y  apurémonos, dijo desentendiéndose de mi mirada suplicante. Si  vas a cocinar por recetas mantén las páginas marcadas, añadió  entregándome un libro. No vaya a ser que el viento comience con sus travesuras y  convierta lo salado en dulce.  Debes buscarlas por el índice  si no la sabes de memoria. Escoge una a tu gusto para que la confecciones. Tía yo no sé hacer nada, reiteré perpleja. Eso no es problema. Sólo debes ordenar los ingredientes y utensilios necesarios, mides bien las cantidades indicadas y no te equivocarás. No  es nada complicado. Qué te parece tortilla a la marinera, sin darme tiempo a reaccionar sacó unos potes de la nevera diciéndome. Tengo guardadas unas masas de pescado, comeremos tortilla con salsa marinera, es rápida y fácil de preparar.
     Parecía un rehilete en medio de aquellos cachivaches. Puso las masas de pescado en una taza. Colocó la cebolla, el pote de puré de tomates, la azúcar, la pimienta, el vino seco, el laurel y la sal  y media docena de huevos. Toma este plato y ve partiéndolos uno a uno y separando las claras de las yemas,  esto se hace como medida de precaución no vaya a ser que uno este malo y eche a perder a los otros. Bátelas a punto de merengue, parece que notó la cara que puse e hizo la demostración con los primeros. El resto síguelos tú. Me encargaré de lo demás. Tía no temes que los eche a perder. No, no lo harás debes tener confianza en ti misma porque de los cobardes no se había escrito nada. Ve calentando la grasa en la sartén,  mientras  tanto pica  la ramita de perejil  bien chiquitica y la cebolla en ruedas, después sácale el zumo a los dos limones y añádeselos a las masas de pescado. Tú misma adornarás las tortillas haré una para cada uno.
    No me daba tiempo ni a respirar. La vi echar todos los ingredientes en la sartén. Volviéndose hacia mí pidió que pusiera la mesa. No tengo ni la menor idea de cómo hacerlo, revelé.  Algo más que tendrás que aprender, aseguró. Esos hábitos son tan importantes como la comida misma, me dio la impresión   de que se había molestado. Ven y pon atención, manifestó  colocando  las servilletas. Los filos de los cuchillos deben ir a la izquierda  mirando al plato, no se te ocurra llevarlos a la boca, o correrás el riego de que  te corten las buenas costumbres. Las cucharas quedaran hacia arriba al lado de los cuchillos y los tenedores siempre a la izquierda.  Deja la enseñanza para después mujer que ya  es tarde, protestó mi tío.
    Cuando terminamos les hice saber que el almuerzo había quedado delicioso. Ese es el apetito que traes de la ciudad, afirmó tía. Estás acostumbrada a la comida chatarra. Prepárate para dormir la siesta. ¿Dormir a esta hora?
   Fue ella quien me despertó. Traía un vaso de leche con canela  y yemas batidas para que merendara. Tómala es un gran alimento. Sentándose al borde de la cama me dijo. Que te parece si preparamos unos bizcochos de chocolate para la cena, pensé  que tendría que limitarme la boca para no engordar. No sé de qué misterio se valió que en unos segundos me viera derritiendo el chocolate en el baño de María, agregándole poco a poco el agua  ya hervida hasta que estuviera espeso, según sus indicaciones. Mientras se enfriaba, íbamos combinando  el relleno. Observé como ponía los ingredientes sobre la mesa, indicándome que debía utilizar un cuarto de azúcar y no debía pasarme de las medidas. Una y media cucharada de harina, sal a gusto y una yema de huevo. Cogí el pote de la mantequilla  y  saqué dos cucharaditas, menos mal que se me ocurrió preguntarle pues ya tenía preparado el sartén para derretirlas. No,  así no se hace, indicó. Muchos son los secretos de los reposteros y este uno de ellos. Debes ablandar la mantequilla  con una cuchara de madera, le agregas la azúcar de a poco. Las yemas pueden ir sin batir, pero cuando prepares un bizcocho blanco que no se te ocurra acháreselas. ¡Ah, otro secreto!, debes cernir siempre, todos los ingredientes secos y lo vas alternando con la leche ¿Encendiste el horno? , negué con un gesto. Es lo primero que debes hacer, tiene que estar bien caliente.
    Se desplazaba de un lado a otro con premura. Se dio cuenta que la observaba y manifestó. Si todo está listo tu tío no protestará al regreso del trabajo. Qué te parece si  mientras se hornea el bizcocho vamos preparando la cena. Haremos filetes de carne picada rellena con jamón.  Esta receta la sé de memoria. Creo que con medio kilo de carne molida alcance, pon a cocer dos huevos y aparta dos, después ve picando el jamón bien menudito, agrégale la carne molida, machácale dos dientes de ajo, coge el perejil que no utilizamos en el almuerzo y añádeselo con un poco de vino blanco para que le sirva de adobo y dejémoslo reposar. Abre una latica de  pimientos y hazlo tiritas, hay pan molido sin tostar en esa despensa  donde también guardo la harina. Vamos, no pongas esa cara que te ayudaré.
    Al poco rato vi como echaba la harina a la  carne formando unas bolas las aplastaba en el centro y le ponía una ruedita de huevo hervido y otra de pimiento. Yo había batido los dos huevos, alargó la masa como si fuera un filete rebozándola  en harina huevo y el polvo de pan. A la hora de la cena las adoró en aceite caliente y la sirvió en salsa de tomate.
   Por no desairarlos me senté a la mesa. No tengo apetito, les dije. Es que no estoy acostumbrada a tanto ajetreo. Se miraron entre sí, pero no insistieron. Mi tío aclaró que dejar de comer por haber comido no era tiempo perdido. No pude evitar la tentación de probar el bizcocho de chocolate. Estaba exquisito.
    Si vino a visitarme el gorrión, no me enteré, porque esa noche caí rendida, rendida.

2 comentarios:

Jacobino dijo...

Un recetario que se me ha hecho muy largo. Faltan bastantes tildes y debiera revisar la puntuación.

Suerte.

Calvin dijo...

La falta de puntuación, (no se ponen interrogaciones en las preguntas ni se separan los diálogos y muchas veces no hay puntos) hace muy difícil una lectura cómoda y comprensiva del texto. Aún así, para que estas experiencias interesantes de interacción entre dos generaciones enganchen, es necesario ensamblarlas con algún conflicto que genere tensión y despierte la atención del lector. Por ejemplo nerviosismo por si sale bien el plato, o porque el hombre llegará cabreado y se montará una gorda sino está todo a su gusto... No sé, algo.

Un saludo