martes, 2 de agosto de 2011

96- Brisa del pacífico por Estrella de sal

Sobre la cómoda del dormitorio la tarjeta quedó sin abrir, víctima de lo socialmente urgente, cubierta por el exquisito ramaje de la retama y algunos metros sobrantes de cinta rústica, quizá para más tarde. El ramo de azucenas blancas llegó a primera hora de la mañana. El botones del turno de noche sería el encargado de subirlo a la tercera planta antes de dar por finalizada su jornada laboral. Fue entonces cuando Jorge Santini -gerente del hotel- frenó la marcha del empleado informándolo de que él mismo lo entregaría. Golpeó suavemente con los nudillos la puerta de la habitación 327 y esperó. Preparó su mejor sonrisa mientras percibía desde el interior la proximidad de unos pasos vivos aunque sosegados que salían a su encuentro. La puerta se abrió y la sonrisa de Lucía Mendoza sorprendió la suya. No era ella la destinataria del ramo. Preguntó entonces Jorge Santini por la señorita Helena Hanega. –Está tomando un baño relajante- respondió la mujer. El agua de la ducha corría lejana, proyectando su eco hacia el final del cuarto. Hizo la entrega. Recibió a cambio un risueño mar de gracias, acompañado de un sonoro: Tenga usted buen día. El gerente se despidió con un: Déle a la señorita Hanega mi más sincera enhorabuena. Del ascensor salieron la esteticista y la peluquera del establecimiento, cargadas con bártulos y maletines de belleza. Tras un cordial saludo, ambas encaminaron sus pasos hacia la habitación 327. La joven dejó cuidadosamente sobre y ramo encima de la cómoda, junto a la ventana. En el hotel no se hablaba de otra cosa: la boda de la señorita Helena Hanega con un acaudalado irlandés pasado de años al que quería mucho, pero del que no estaba enamorada. En pocas horas dejaría la joven aquella vida poco habitual que disfrutaba desde que se instaló en la ciudad ocho meses antes. Su mejor amiga acudió de nuevo a la llamada de la puerta, interrumpiendo el repaso que realizaba sobre la agenda a los distintos eventos que debían quedar zanjados en unas horas. Atendió la llegada del ramo, de los servicios de peluquería y estética, solicitó al encargado de la empresa de alquiler de coches que chófer y “Jaguar blanco” estuvieran a las cuatro y media sin falta esperándoles en la puerta y encargó al servicio de habitaciones servir la comida acordada sobre las dos. Hacia mediodía un camarero de piso llamó a la puerta de la habitación para hacerles entrega de dos suculentos cócteles, cortesía de la casa. Una distinguida etiqueta indicaba la destinataria de cada uno de ellos. Para Helena como siempre el denominado “Brisa del Pacífico” y para su acompañante un “Aloha Green”. El efecto que el anhelado cóctel “Brisa del Pacífico” iba produciendo al diluirse en las células de su agitada mente provocó una agobiante lucidez que por momentos frenó su dicha, apremiándole la necesidad de huir, pero no lo hizo. Recordó su llegada a la ciudad, el color de la noche, el sonido de las voces convertidas en susurro, de las confesiones hechas a extraños que ahora ya no lo eran, el sabor de los buenos momentos, el olor del olvido que conlleva la distancia. Visionó el absurdo de toda aquella farsa. Los acontecimientos no sucedieron según lo previsto. A la salida de la habitación 327 Helena preguntó a su amiga quién le había hecho entrega del ramo. Lucía respondió que lógicamente el gerente de la clínica, el doctor Jorge Santini. Éste pidió transmitirle en su nombre la más sincera enhorabuena, pero olvidó hacerlo con tanto ajetreo. Entonces Helena Hanega dio media vuelta, solicitando a su acompañante que la esperarse en hall. Apenas tuvo tiempo de rechistar Lucía Mendoza cuando el cuerpo de su Helena quedó en el suelo, bañado en un enorme charco de sangre que manaba de la yugular de la paciente, tras la herida abierta por el fino cristal de la copa de cóctel en su esbelto cuello. Tomó entonces la historia su dimensión real: chofer y “Jaguar blanco” volvieron a ser enfermero y ambulancia; su mejor amiga resultó ser la compañera de habitación en  la clínica, afectada como Helena de esquizofrenia; peluquera y esteticien eran enfermera y auxiliar, que como cada mañana pasaban su ronda de visitas; Jorge Santini era doctor y gerente de la clínica mental; el servicio de habitaciones y los camareros de piso formaban parte del equipo clínico encargados de servir comidas y administrar medicación. Por último el acaudalado irlandés pasado de años al que quería pero no amaba, era su propio padre, decidido a llevarla consigo a una institución psiquiátrica -que si bien carecía del prestigio de la actual madrileña- más cercana a Dublín, donde los Hanega tenían su residencia. La nota que nadie leyó, olvidada por mor del grave suceso, sobre la cómoda de la habitación de la enajenada Helena, era el informe dirigido al nuevo equipo médico, detallando el delicado estado mental de la paciente, sus repetidos episodios delirantes que la empujaban a sentir la necesidad de crear un mundo paralelo donde desarrollaba un modo de vida bastante particular, ubicada en la alta sociedad americana anterior a la Primera Guerra Mundial, donde los cócteles se servían antes de las comidas en los hogares y hoteles más exclusivos. Informaban que la joven sólo aceptaba la medicación si se la ofrecían bajo el aspecto de un glamuroso cóctel: “Brisa del Pacífico”, obviamente exento de alcohol, a base de frutas, cuyos ingredientes son: plátano, piña y melón en trozos pequeños, zumo de mango, hielo picado y dos cucharaditas de azúcar. Acompañado de una decoración cuidada, estimulante y atractiva a base de cáscaras y rodajas de fruta y el agitador a tono con el color de la bebida. En el anexo adjuntaban el modo de preparación.

3 comentarios:

Jacobino dijo...

Un galimatías gramatical para una historia trivial.

Suerte.

Calvin dijo...

Creo que desde el punto de vista narrativo, no tiene sentido que el lector vea lo que ve la paciente si no es por sus ojos. Es decir, la narración en primera persona podría dar pie al doble juego, pero así es un engañar por engañar. NO lo veo claro


Un saludo

B. Menorca dijo...

Me ha gustado. No he encontrado ninguna dificultad en seguir el hilo de la misma a pesar de las anteriores críticas y me ha resultado entretenido.
Enhorabuena.