miércoles, 22 de junio de 2011

17- El ordenanza

    Nadie faltó al velorio de tía Delia. Ni siquiera mi primo Adolfo, que tuvo que interrum-pir el trabajo antropológico que estaba haciendo con los caníbales para venir al entierro. Todavía recuerdo la insistencia de Adolfo por ayudar a mis hermanas a ponerle la mor-taja a la tía. En la pieza donde la cambiaron se vio obligado a confesarles su debilidad por la pata: aprovechando un momento de distracción, Adolfo, movido por el instinto de conservación, le pegó un mordisco a tía Delia. Mis hermanas se dieron cuenta cuando vieron los dientes postizos clavados en la rodilla. Ahora, en el velorio, se comportó a las mil maravillas. Tal es así, que fue el comentario general de los presentes, quiénes hasta el día de hoy lo recuerdan paseándose con aquel bozal que apenas les dejaba asomar sus ojos desorbitados. Le quedaba bien.
   En la noche que siguió al entierro, pese a nuestra invitación, Adolfo no cenó con nosotros. Nos dijo que tenía hambre y se quedó en el cementerio. Al otro día lo fuimos a buscar con papá. Lo llevamos a casa y lo tuvimos encerrado en el bañito de servicio hasta que le conseguimos trabajo. Papá hizo mover sus influencias y logró que lo nombraran  ordenanza en la morgue de la facultad de medicina. Está chocho.

4 comentarios:

Jacobino dijo...

Original, sí que es. Quizá demasiado corto.

Suerte.

Lila dijo...

Bien escrito y breve. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Calvin dijo...

El relato es muy original, un poco breve quizá. Pero bueno. Lo que no entiendo es que al principio parece que adolfo trabaja como antropólogo con una tribu de canívales y al final es un tirado al que tienen que enchufar para que trabaje en la morgue. NO sé si no lo he pillado bien.

Un saludo

Victor dijo...

No entendí.