domingo, 29 de mayo de 2011

6- Leche

Hoy es domingo. Hoy ni tú, pobre esclavo de la mísera quincena, trabajas. A las diez veintiuno de la mañana, alguien llama sonoramente a la puerta principal de tu departamento con los nudillos. Tambaleante, despeinado y en pijama, te levantas de la cama. Murmuras: «Puta madre», refiriéndote a la mamá del casero y, como si la fotografía de él que conservas en el archivo mental no fuera una razón suficiente para no abrir, abres, seguro de encontrar al viejo panzón que cada mes viene a cobrar la renta. Te equivocas. Ahí está Renata, la vecina del 15. Una minifalda ajustada le deja al descubierto las magníficas piernas y le resalta las extraordinarias nalgas. Con parpadeos suplicantes de su mirada azul de princesa de Disney y con esa voz en la que Dios y el diablo se dan un contundente apretón de manos, ella te solicita un poquito de leche para los hot cakes que a su huevón, jodido y amado marido se le antojaron cuando el hambre lo despertó hace treinta minutos. Inmediatamente respondes: «Sí, claro que sí, pero pásale, por favor». Te apartas para que Renata entre. Ella entra. Da seis pasos hacia adelante y sin más preludio, sin avisar ni nada, se sienta en el sofá de la sala. Tu cierras la puerta del departamento tras de ti, te sientas al lado de la mujer y te quedas contemplando la perfecta curva de sus piernas, cruzadas con una inocencia provocativa. «¿Y bien?», dice ella. «¿Y bien qué?», dices tú. «La leche.» «Ah, sí, la leche.» Al punto te bajas sin dificultad al mismo tiempo el pantalón de la pijama y la trusa. Tu erección surge como un muñeco de resorte. Renata te la mira y luego, diez segundos después, te mira sonriente los ojos. «Si quieres leche, chupa», le dices. Ella dice que le está proponiendo una cochinada un hombre y no un cerdo, así que lentamente, muy lentamente, recibe a tu miembro con la lengua y luego deja que se deslice hasta la garganta. Contiene el aire. Sabe cómo hacerlo. Lo cobija con su aliento, lo humedece cariñosamente y lo saca despacio, con amor, con morbo, como su marido le ha enseñado a hacerlo. Otra vez lo mete hasta la garganta, poco a poco, centímetro a centímetro. Tú le pasas una palma por encima de la minifalda, en el soberbio nalgatorio. Renata se acomoda en el sofá hasta quedar tumbada de costado, todavía linguabucalmente unida a ti. Eso te alienta y deslizas un dedo entre una tanga y la minifalda, para enseguida conducirlo al estrecho orificio que se deja hacer y que, si no es el de la sede de la vida, es a buen seguro el del placer. Así, se forma una máquina de carne que no se reduce a individualidades. Es una multiplicidad funcionando al unísono. Una irrupción de lo efímero con potencia de metamorfosis. Un grito gutural, masculino, resoplante, marca el principio del fin y tú comienzas a venirte con violencia, contrayendo cada uno de los músculos, y Renata siente su boca anegada de un líquido viscoso y tibio, que traga en vez de escupir. Con la lengua recupera los restos de semen que se han negado a abandonar el glande mientras sujeta la raíz del pene con una mano e interpreta un fantástico ronroneo gatuno acompañado de un elogioso «¡oh, qué rico!». Cuando tu erección se marchita entre sus dedos, Renata  se levanta del sofá, va al cuarto de baño y se lava la boca con el dedo índice y un poco de pasta dental. Parsimoniosamente, con mucho meneo de nalgas, se traslada a la cocina, abre el refrigerador y saca tres litros de leche, que introduce y transporta en una de las muchas bolsas vacías que cada quincena te proporcionan en el supermercado y que por ahora yacen en forma de bola debajo del fregadero. Con una sonrisita llena de sobreentendidos, de pie ante ti, Renata reparte equilibradamente su mirada entre el brillo de tus pupilas y el brillo del pene ensalivado y desmayado entre tus muslos. Tú sigues ahí, sentado en el sofá, con el pantalón de la pijama y la trusa a la altura de las rodillas, observando como una estatua, descaradamente, sus ojos límpidos y serenos, que irradian una luz de aurora boreal. Todo se oscurece a su alrededor, incluso la perfección de las nalgas y de las piernas, difuminadas por el resplandor de esos soles azules. Renata gira sobre sus talones y empieza a caminar hacia la puerta principal del departamento.

10 comentarios:

Jacobino dijo...

Aunque, en mi opinión, la temática no se ajusta extrictamente a las bases y, salvo por su carácter pornografico, no es en exceso original, es el mejor escrito de los publicados hasta la fecha.

Saludos y suerte.

El Universo encantado de Igor dijo...

Francamente este escrito no se ajusta a lo pedido por el perfil del certamen; debiera ser excluido.

Si esta bien o mal escrito eso en realidad no importa...

Es un tema erotico y no gastronomico

Anónimo dijo...

Pues dicen que el semen es muy nutritivo.

La verdad es que está muy bien escrito

Anónimo dijo...

Considero completamente fuera de lugar este relato. Ni siquiera lo consideraría erótico, para lo cual ya hay certámenes, es pornografía barata y cutre, y falta la esencia de lo que piden aquí. No creo que sea necesario dar excesivo énfasis a la gastronomía, supongo que sirve mencionarlo aunque sea de pasada, pero es que aquí brilla por su ausencia, solo destaca la vulgaridad.

Anónimo dijo...

Pues estará muy bien escrito, vale, pero me asombra que los eruditos no digan que se trata de una simple anécdota calenturienta.
Aguiba

María dijo...

Pienso que los relatos que no se ajustan a las bases no deberían publicarse.

Calvin dijo...

El relato está bien escrito y original dentro de lo que he leído hasta ahora. Eso sí, no parece que esté escrito ex profeso para el certamen gastronómico (aunque eso no creo que sea problema). El ritmo creo que es acertado, las conversaciones, breves pero acertadas y el tema de la leche está bien jugado. Sin embargo, no me ha quedado muy claro si estos dos ya eran amantes antes del lío que aquí se narra o no, y si el hombre tenía tanta leche en su casa precisamente para ocultar todo el tema al marido de la chica. Esto creo que es esencial, porque si no eran amantes de antes, el cuento no tiene gran cosa, pero si lo eran, la profundidad crece, ofreciendo a mi modo de ver una lectura mucho más interesante y lógica.

Un saludo

Anónimo dijo...

Este cuento es una oportunidad perdida. Da tema para hacer un cuento gastronomoporno divertido. Con un poquitín podría quedar dentro del certamen. Tanto lo sexual como lo antropofágico son temas muy relacionados con la gastronomía.
¿Tendrá oportunidad de completarlo?
Alvaro

Anónimo dijo...

Soy Alberto: ¿Puedes enviar las imágenes?

Alain dijo...

No está mal como literatura X. Está bien escrito, que no es lo más habitual dentro de ese género. Pero en mi opinión le falta fondo a la historia. Por cierto, las ideas de Calvin lo mejorarían bastante pero yo creo que no intentabas insinuar nada más de lo que se ve.
Suerte