viernes, 1 de julio de 2011

27- La venta del yantar por El Arco Iris

La venta del yantar, como rezaba el letrero que tenía encima del dintel de la puerta de entrada; estaba enclavada en un cruce de caminos. Metida en el valle del ciclón, término municipal del pueblo de la  Jara.
                Se trataba de una construcción antigua, en otros tiempos había sido posada en la que se hospedaban gentes de toda laya; salteadores de caminos, traficantes, prestamistas.., y otros de los que había que tenerle mucho ojo.
                Sus historias se contaban apasionadamente por personas mayores, oídas de sus protagonistas que tartamudeaban por la emoción al recordarlas o leer las que fueron inmortalizadas por escritores atrevidos.
                Pendencias; en las que perdía la vida cualquiera de los contendientes; violaciones, atracos, secuestros, torturas... por dinero o por el placer de someter a su antojo, al tratarse de gentes con posiciones económicas, sociales y políticas solventes.
                Estaba situada en un lugar de encanto, donde se podía  disfrutar  de  un microclima extraordinario. Pasear por ese valle o por la montaña que lo rodeaba, era un impacto extraordinario que removía a los duendes, enfrentándolos  al ánimo al que daba motivos para ver la vida desde la más pura fantasía.  Los inviernos y veranos, eran primaveras rodeadas por los hielos y el calor que se paseaban en sus límites.
                Además de por su emplazamiento y sus historias; era conocida por su cocina exótica, que según se vanagloriaba la señora que la regentaba, estaba basada mayoritariamente en productos de la huerta, el invernadero, el corral o granja, el valle, la montaña, sin despreciar los que llenaban los mercados a rebosar.
                La  señora había construido algo especial como resultado de una imaginación privilegiada,  tan lúcida y avanzada en el arte culinario que era muy difícil, el poderla superar. El olor en su cocina ablandaba los sentidos sin que hubiera un resquicio para la evasión. Había conseguido impregnarla con los condimentos que solamente ella era capaz de clasificar y acopiar en los momentos adecuados.
                La sensación que se percibía al meter la nariz en su reino, era de extrapolación a los confines donde fueron inventados los cuentos prodigiosos. No faltaba quién hablaba de hechizos que en su cocina castillo ella preparaba, para hacer la vida más alegre a sus clientes y amigos. 
La Tía Muda, -que así la llamaban- era tan  especial como los guisos que fabricaba, el que estaba cocinando en ese instante, no tenía una composición de materias primas que pudieran  incitar el  apetito  viéndolas por separado; pero  cuando eran  preparados conjuntamente  con su condimentación, si que lo eran. Varios  de los clientes pidieron comer de aquel guiso que les mordía el apetito, por la aroma que llegaba hasta el comedor; quedaron muy preocupados cuando vieron de que se trataba, se miraban sin salir de su asombro e incredulidad, simplemente lo que le habían servido eran unas patatas guisadas con caracoles -criados en el corral- que habrían el apetito con su olor en cualquier persona reconocidamente inapetente.
                -¡Patatas con caracoles!
                -¡Qué barbaridad! -Exclamaron varios de los comensales.
                -¡Venga, venga! -Acució la Tía Muda al ver que adoptaban una posición de duda sobre si meter la cuchara en la comida o negarse a comer. Después de esa vacilación se decidieron y esta vez las exclamaciones de los que habían probado el guiso eran contundentes.
                ¡Esto es una exquisitez!
                ¡Pueden tomarlos con plena confianza, estos caracoles han sido sometidos a un proceso
de limpieza total de la baba y la porquería que acumulan dentro de ellos!
                En diferentes puntos de la sala comedor un ejército de floreros; conteniendo hermosos ramos de rosas, claveles, margaritas, azucenas, nardos, lilas..., un conjunto de bella estampa donde se mezclaban aromas que embriagaban con su fragancia. Flores conseguidas  en  un  rincón de  la huerta que era adornado por un jardín maravilloso y fantástico,  encerrado  en  el  invernadero que aseguraba que las flores la despertaban cuando había llegado la hora que debían nacer.
                La Tía Muda, disponía de muchos recursos, entre ellos el de tener sensibilidad, para hacer que su ingenio convirtiera espacios y artículos poco atrayentes, en verdaderos lugares de ensueño y manjares insuperables, que hacían las delicias de cualquiera que tuviera la oportunidad de degustarlos.  
                Junto a los que atacaban con rabia a los caracoles con patatas, había otros que estaban enfrascados en dar cuenta de una tabla de mariscos de la mejor calidad, donde se mezclaban las langostas, las cígalas, los bueyes de mar, centollos, pulpos, percebes, almejas, mejillones...
                Al lado, otros que se chupaban los dedos de gusto al saborear las carnes que les habían sido servidas; ternera, venado, jabalí, cordero, aves, conejo, perdiz... y salsas adecuadas a cada uno de los platos, cocinadas cuando habían sido maceradas y aderezadas, con los condimentos adecuados donde no faltaban las hierbas aromáticas, que según insistía la Tía Muda eran las mejores del mundo. 
                Lo mismo ocurría con los pescados; azules o blancos, de río o de mar, cocinados en cualquiera de las muchas formas de hacerlo, con la aportación de la Tía Muda que le daba  un  toque único, no cabe duda que era un deleite para el paladar saborearlos.
                Pero no solamente atendían los que se definían  como  manjares exquisitos, también daban recetas válidas para situaciones límite, que ponían en platos adornados en cada mesa, con la consiguiente extrañeza de los clientes.
                -Un cocido; sin aportación de cerdo, ni otras carnes, puede ser apetitoso si al empezar a hervir, le echamos el aceite muy batido mezclado con agua, algo de verdura... y rama de hierbabuena.
                -Si no hay arroz, valen los cereales, (trigo, centeno…) se mojan unas horas, se raen hasta que pierden el pellejo, -afrecho- luego se tronzan, se guisan con los mismos condimentos que se le ponen al arroz, lo que resulta, se llama casi arroz y un gran fundamento alimenticio..
                -Las migas pueden hacerse de harina de cualquier cereal cernida, -incluso de bellotas-  si no hubiera harina. Remojar la harina sin excesos, ajos fritos en el aceite y siempre en un fuego más bien lento ir moviendo hasta su terminación.
                -Gazpacho; ajos, sal y habas remojadas y peladas, machacar y batir añadiendo el aceite poco a poco, se consigue una masa parecida a la mayonesa, se le echa el agua y se le miga pan tostado, para darle un mejor sabor.
                -La tortilla española; reina de las fiestas, se  hace con  patatas  y huevos y se le puede añadir cualquier producto hortofrutícola si se desea bien mezclados.
                -En economía de subsistencia; materias deficientes pueden dar un buen juego si se cocinan con esmero, igual que un edificio, con materiales raquíticos pueden dar obras extraordinarias.      
¿Cómo  era  posible ir a pasar una velada de ensueño y encontrarse con una receta en el bolsillo, para cuando llegaran las vacas flacas? -La mayoría de las personas alucinaba.          
                ¡Nadie podía creer el atrevimiento de la responsable de aquella casona, donde lo más importante que les había ocurrido a todos los que se atrevieron a degustar sus platos, fue el ser atendidos con deferencia y obsequiados con los mejores manjares nunca jamás ingeridos!
                ¡Una tremenda gozada! ¡La mezcla de conceptos inimaginables; atención, calidad, bondad... potenciaba los sentimientos de aceptación plena de los que habían vivido aquella velada, al tener la suerte de encontrarse inmersos en aquel paraíso!

2 comentarios:

Jacobino dijo...

No hay historia sino una mera descripción.

Llaman la atención los errores de puntución, en especial la obstinación por colocar comas entre sujeto y predicado.

Suerte.

Calvin dijo...

En este caso debo coincidir con Jacobino en que falta un mínimo de conflicto. Sólo se nos centa que hay un lugar donde una señora cocina platos maravillosos de forma imaginativa. Desde mi punto de vista, no es suficiente para que el texto tenga fuerza. La ortografía no ayuda tampoco a que la narración fluya.

Un saludo