jueves, 4 de agosto de 2011

110- Ají de gallina en Castilla-León por Yara

Me invitó a cenar a su casa que compartía con otros compatriotas, por eso esperaba que hubiera más gente. Cuando me abrió la puerta me encontré un piso iluminado con velas, una fila de velas pequeñas recorrían el pasillo hacia el salón donde estaba preparada una mesa para dos con un centro de mesa adornado con una cala natural. Yo me quede extasiada y no sabia que pensar, había estado tan enfrascada en la tesis, que no me había dado cuenta que había sido invitada a una cita propiamente dicha.
Le había conocido el día anterior en un congreso, estuvimos hablando durante dos horas delante de un café sobre el indigenismo amazónico. Pensé que hoy continuaríamos discutiendo y compartiendo experiencia y sabiduría. Le pregunté por el cuarto de baño, quería mirarme al espejo y ver si estaba lo suficientemente aceptable para una cita, saqué una barra de labios del bolso, me quite una cana rebelde y me alise el pelo como pude. Salí con una de mis mejores sonrisas, intentando estar a la altura de las circunstancias. A la vez que acusaba para mis adentros al Universo de caprichoso.
Él ya estaba ultimando los preparativos en la cocina, su camiseta azul se había manchado de crema, sudaba y no sabia si era por el calor de la vitrocerámica o porque yo le estaba contemplando como corría de la nevera a la mesa. Abrió una botella de vino como si lo hiciera todos los días y brindamos por la amistad. De primero, había preparado un salpicón solo de mejillones que eran enormes, frescos y deliciosos. Los disfrute mirándole a sus ojos grises enormes, fijándome que tenía un atractivo peculiar, más que belleza, encanto y una pizca de arrogancia. Su acento peruano endulzaba la salsa avinagrada del salpicón.
Mientras que la conversación giraba en torno a los problemas sociales del mundo causados por la desigualdad económica. Bruscamente se levantó y trajo el segundo plato, ají de gallina.  Me explicó que era un típico plato peruano y que lo había hecho como su madre le enseñó y que incluso la había llamado por la mañana para estar seguro de que no se le olvidaba ningún detalle.
Me sirvió el arroz y el ají de gallina con nerviosismo y confianza al mismo tiempo, yo me sentía halagada y tratada como una reina, nada que ver con la pasta insulsa que me preparaba yo misma todos los días. Cuando lo probé me sentí transportada al mundo divino de Dioniso, de Eros…lo fui saboreando lentamente y esperando utópicamente que no se terminara nunca.
Ya no le oía a él, solo quería disfrutar del ají de gallina, de vez en cuando le reiteraba lo delicioso que estaba, él sólo se reía. Como me quedé embriagada con el placer de comer este plato, me quedé sin conversación, sin palabras, ni adjetivos… para romper el hielo, le tuve que preguntar por la receta. Esto me permitió tenerlo ocupado, mientras yo seguía deleitando el ají de gallina, pretendiendo estar de lo más atenta, de vez en cuando le oía decir: leche descremada, licuadora, madre, abuela, desmenuzar, pan…En el momento que terminó de explicar todo el proceso, yo había terminado mi plato y sentí que mis pupilas se dilataban y que no podía evitar mirarle intensamente embriagada, embelesada, arrebatada e incapaz de terminar una frase. Él suavemente me preguntó si quería comer más ají, solo pude balbucear: “Quiero…”, “Me gustaría…” Se levantó despacito, se acercó a mí y me besó. Después, hubo postre: brownie y pisco.

5 comentarios:

Jacobino dijo...

Una anécdota calenturienta y un tanto pueril. Cómo no, falla la puntuación.

Suerte.

http://lenguayliteratura.org/mb/index.php?option=com_content&view=article&id=189:el-arte-de-poner-comas&catid=321&Itemid=122

Calvin dijo...

Desde mi punto de vista la narración es un poco simple, como dice Jacobino. Como muestra: Pensé que hoy continuaríamos discutiendo y compartiendo experiencia y sabiduría. Mucha explicación para ser una frase real. Y sobre todo, compartir sabiduría....


Un saludo

Anónimo dijo...

¿Y porque tiene todas las estrellitas? ¿Será la sabiduría popular?

Anónimo dijo...

en estrellitas hay solo 2 votaciones. Luego no son todas...

Anónimo dijo...

¿Por qué lleva el mismo título que el relato nº40? Debería haberlo vistopues lleva mucho tiempo publicado, y haberlo cambiado. De todas formasno me ha convencido nada.