viernes, 5 de agosto de 2011

114- A dentelladas

Rabiábamos de  hambre: Los colmillos asomaban por los poros.
Primero tuviste que desvestir la achicoria temiendo encontrar un rastro agrio entre sus hojas, después, mucho después, notarías mi aderezo de cilantro.
Ambos degustamos el carpaccio vorazmente. Tenía ese toque de limón de las primeras veces.
Alzamos las copas y al brindar quedó reflejada en el cristal nuestra inquietud: Decantamos el miedo ayudándonos del vino.
Fue un banquete de carne mechada. Teníamos las lenguas escaldadas y los cuerpos flambeados.
En algún lugar al que dábamos la espalda, merendaba el tiempo antropófago.
Los fogones regurgitaban incesantes: turrones, potajes, buñuelos, gazpacho, y castañas asadas. Era un menú estacional como mis cambios de humor.
¡La cena está servida! exclamó nuestro hijo de cuatro años. Había plato único: menestra de rutina.
Ya era noviembre cuando te marchaste a Milán a por un antiácido; ensartada en la garganta se me quedó la brocheta de provola. Aún a veces carraspeo.
Por la espalda llegaron vaharadas de postre. Yo pedí chocolate fundido, tú un café solo, un café solo con mucho hielo. El chocolate balsámico lo conseguí en otra mesa de otra cocina en una casa ajena.
Nos miramos, habían traído la cuenta, dudamos, quizá hubiésemos hecho el gesto de pedirla; quizá, demasiadas veces. En estos casos siempre  se paga a escote, aunque el cincuenta por ciento aritmético implique más para uno que para otro. Las digestiones tampoco son matemáticas. Y así, como caníbales desdentados, nos despedimos en silencio limpiándonos con la servilleta.

10 comentarios:

Jacobino dijo...

¿¿¿???

Calvin dijo...

La metáfora de la relación como una comida es interesante,pero la narración es, desde mi punto de vista, demasiado agresiva para que cuaje. El lenguaje despista, más que ayuda.

Un saludo

Anónimo dijo...

La idea era escribirlo a mordiscos, de ahí el título.
Un saludo y gracias por comentarlo.

Dos de Mayo dijo...

Es un relato breve, convulso y agresivo. Me recuerda el estilo del poema unamoniano sobre la conciencia. Lenguaje selecto y mucho desgarro, mucha vida en pocos brochazos. Me ha llegado.

Anónimo dijo...

Si lo intentaras con la poesía igual cuela, pero como cuento...

Anónimo dijo...

Mancantao

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha gustado mucho, aunque el final un poco triste... bueno, como la gran mayoría de las rupturas

Dubois dijo...

Aunque una relación tan surrealista no necesitaría de más explicaciones, sí me gustaría haber tenido más pautas para comprenderla.

Anónimo dijo...

simplemente, impresionante. cinematografico, agresivo, breve, casual... en definitiva: sabroso!

Alain dijo...

Me gusta. Este relato junto con otros cuatro o cinco me ha quitado de la boca el sabor a menestra de rutina.