miércoles, 27 de julio de 2011

87- El repostero

El huevo, la manteca, la crema... los ingredientes emergían de sus manos transformados en formas exquisitas como: “cisnes de azúcar”, “pagodas al mazapán” y los famosos “querubines de merengue”. Monsieur Degout era un artista del postre. ¡Qué budines, qué tortas! 
Entre sus virtudes se contaban la prolijidad y la limpieza; jamás se encontró un pelo suyo en la comida. Tampoco hundía el dedo en las cremas para degustarlas. Usaba una cucharita de plata que relamía con su lengua pegajosa. Yo odiaba su actitud suficiente, la acostumbrada por ciertos maîtres de algunos restaurantes parisinos cuando menosprecian e intimidan a los clientes mas jóvenes, obligándolos a consumir los platos más caros del menú o cuando ponen cara de severo disgusto al pedido de “una copa de vino” en vez de un  Château Lafitte o un Romanée Conti 1999. Además, Degout exudaba un olor pancreático que junto a la grotesca sensualidad de sus labios me causaba alguna repulsión. Sin embargo no quería prescindir de sus servicios de pattissier y él lo sabía. Todavía la situación económica del restaurante continuaba delicada y el público no llegaba a La Tour D' Duvet a gozar las “tripes a la mode” o el “paté de cochon à naître” que nuestra familia cocinaba orgullosamente desde hacía ocho generaciones. ¡No! Ahora la clientela se arremolinaba ansiosa de devorar los postres de Monsieur Degout. Provocar gula era su secreto. ¡Oh el pecado de la gula! ¿Qué despierta un delicioso postre sino el irresistible deseo de repetirlo indefinidamente?
No soy obsesivo pero desde hacía tiempo sospechaba que al repostero lo inspiraba una intención maliciosa: apropiarse del restaurante haciéndome sentir un inútil despreciable, incapaz de gerenciar el negocio familiar.      
Todo comenzó cuando, arrogante, Degout criticó duramente la vieja cocina a leña, las ollas y sartenes de época. Una tarde, frunciendo su hocico me arrojó:
- "Desapruebo las instalaciones de su cocina. Usted no es un especialista así que respetuosamente le ruego adecuarlas a nuestro nivel de excelencia". Destrozada mi autoestima y sintiéndome un conejito mojado, me disculpé prometiéndole cumplir a la brevedad con su pedido. Esperanzado en hacer un brillante negocio y solucionar mis problemas, aplaqué el orgullo y tres días después pedí un préstamo para pagar una cocina industrial con un enorme horno multipropósito, capaz de contener diez bandejas de repostería o un cerdo entero junto a 20 kilos de papas. A partir de entonces sentí que algo en mi interior comenzaba a moverse en otra dirección.
El segundo enfrentamiento  aconteció durante la visita del chef americano Ben Rubbish, acompañado por importantes personalidades de la cocina francesa;  entre ellos el dueño de Les Engelures, el embajador marroquí Jaasir Ablah, Monsigneur Guy de Bordelbleu y otros renombrados gourmets. Degout fanfarroneó frente a las visitas como si fuera el único sol del Mediodía francés. Estaba convencido de que el mundo giraba alrededor de sus postres e inclusive yo, el dueño, era un satélite innecesario en su cielo de planetas de chocolate y estrellas de caramelo. Al rato, luego de haber desplegado su petulancia, me miró desde sus ojitos de verraco viejo preguntándome con sarcasmo frente a mis invitados: - ¿Verdad Monsieur que usted 'es' plenamente satisfecho con lo que estamos haciendo? Forzado, ante tan prestigiosos comensales ¿qué podía hacer yo en esa ocasión más que asentir?  Me era imposible expresar la rabia y exasperación sin arriesgar la reputación del restaurante.        
La Oportunidad:  El personal se había retirado, menos Degout que como buen profesional, era siempre el último en irse. Yo había decidido finiquitar mi relación con él, allí mismo y en ese momento. Al verme venir, supongo que una sombra helada pasó por su frente y congeló su corazón. Al principio le hablé delicadamente, luego fui extremadamente rudo. Él expuso sus razones, gimió un poco, me habló de su familia, de su soledad, pero luego, extrañamente, aceptó su suerte con mansedumbre.
Procedimiento: Se mata al cerdo de una puñalada en el codillo para lo cual se requiere una mano experta; se recibe la sangre en un recipiente en el que se pondrá una y media cucharadita de sal mezclándola mientras cae. Después se coloca al animal en una batea, se lo baña con lejía y se cubre con una arpillera con el fin de que no se enfríe. Cuando al tirar de las cerdas, estas se desprendan fácilmente, se raspa el cuero con un cuchillo para sacarle todos los pelos y dejar la piel perfectamente limpia. Una vez limpio se hace un corte longitudinal por delante, se sacan las entrañas, separando los menudos que se emplearán en salsas y budines. (Por discreción prosigo en francés) Le colon, que l'on appelle aussi 'chaudin', et le rectum, que l'on connait aussi sous le nom de 'rosette', 'boyau gras' ou 'fuseau, s'emploient  s'emploie pouer la preparation des andouilles et de divers saucissons de conserve.  Luego se cuelga al puerco en un sitio fresco y se deja así toda la noche. Es importante lavar la carne recién al momento de emplearla. 
Al día siguiente de nuestra separación tuve el placer de preparar personalmente un sencillo " Carré de porc rôti à la sauge” con mostaza, miel y las consabidas manzanas que los parroquianos devoraron agradecidos. El resto del cerdo se pudo leer en el Menú como “Sugerencias del Chef” durante toda la semana.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Es demasiado evidente, redacta bien.

Anónimo dijo...

¿De donde salieron esos nombres y apellidos? jaja Interesante forma de matar al cerdo.

Jacobino dijo...

Ya hay otros relatos parecidos en el certámen. Estimo demasiado obvio el recurso de la antropofágia, máxime si es el centro del cuento y no algo periférico.

Suerte.

Anónimo dijo...

Degout en frances es asco, Bordelbleu es prostibulo azul, Engelures es sabañones, Rubbish en ingles es basura, Duvet es plumón o algo así y Jaasir Ablah no pude encontrar que es pero debe ser otra porquería. Yo tambien me reí. Alvaro

Anónimo dijo...

No creo que a un francés este cuento le haga mucha gracia. NO sé que mas decir salvo que me parece catartico. ¿Será cierto el método de matar a un cerdo?

Calvin dijo...

Lo que no entiendo es meter un pàrrafo en francés, alguna frase fácil de entender vale, pero varias líneas. Yo no lo hablo. En cualquier caso ya hay varios relatos en los que se sirve a una persona en el menú al estilo coredero asado de Roald Dahl

Un saludo

Victor dijo...

Decididamente un cuento antifrancés. Además prefiero acompañar a un repostero con coles en vez de manzanas.

Anónimo dijo...

De lo mejorcito... Isabel

Anónimo dijo...

Me parece que la antropofagia es una excusa.

Anónimo dijo...

Este cuento contiene lo debido: un conjunto adecuadamente ordenado de referencias capaces de generar conmoción. Es un relato digo, capaz de mover el alma ajena. Para tal menester, y ante todo, el autor toma como motivo dos pasiones inveteradas a lo largo de la historia y la literatura humanas: el orgullo y la envidia. En definitiva, predica -y muy bien conforme al gusto cortés-, de las dos caras de la común moneda de la vanidad. Con un "Vanidad de vanidades, todo es vanidad", podría haber rematado (o utilizado como epígrafe) el autor, si él mismo no hubiera caído en las garras de tal sentimiento en tanto creador. En efecto, hay en el texto una implícita soberbia que no ha permitido al creativo desembarazarse de su rol protagónico, esto es, de la cadena -rahula- de decir y narrar en primera persona.

El francés allí me resulta un tanto extraño. No porque tal idioma nos resulte hoy tan remoto como el sánscrito o el pali, ni tampoco porque no venga liado con esa mítica buena reputación de la patisserie francaise, sino porque el cuento es, trágicamente, de proverbial espíritu anglosajón. Para nada francés. Tiene el modo de tratar lo trágico, lo que está dado por destino de manera improtestable, propio de las islas británicas. La flemática descripción -tan fría- de lo más caliente del relato, únicamente pudo ser vista desde una perspectiva vikinga, decididamente shakespeareana (salvando las distancias, desde luego). El mal no está en uno de los bandos (presunto antagonista), sino que, no faltando desde luego en éste (orgullo excesivo), reside implícitamente también en el protagonista (envidia malsana). Sin tal ambigüedad, sin el karma trágico (vanidad) compartido por los personajes, el desenlace hubiera resultado en un absurdo sin sentido.

El francés puesto aquí pues, como afectación borgiana; como cierto tupé del autor que lastima o hiere al lector en su posible ignorancia relativa a la lengua de Rimbaud y de Guy de Maupassant (la lengua ya por sí sola define un estilo). Un exceso innecesario, por más que haya escondida toda una inteligencia puesta en el siginfciado de cada nombre o alocución elegidos.

Dicho lo previo, concluyo en que se trata de un cuento bien armado, con una sólida estructura eidética, aditada con una adecuada retórica y un manejo de la tensión por demás solvente. La conclusión o remate, que sin ser original, envuelve al lector y justifica su lectura, es presentada como tal a partir de un quiebre en el modo de presentar la narración, que a mi gusto puede resultar un poco tajante de más. De contarse oralmente, exigiría al decidor de una inflexión tal que quizás muy pocos narradores puedan sustentar. Un cuento pues para leer a solas y antes de irse a dormir. Como tal, es una obra capaz de inspirar otros sueños en el lector. Buena lectura. Lo recomiendo.

Anónimo dijo...

Haré una relectura de "El Repostero" desde una perspectiva vikinga tirando de la cadena de Rahula hasta donde llega su iluminación.
De allí estimaré el eidés del autor y decidiré el puntaje al que sería acreedor. En cuanto al francés, sin duda lo prefiero al palí, hay buena literatura en idioma español que utiliza parcialmente el francés, como nuestro querido Vital Alza: "Mon cher ami Nicolas. Je suis arrivée à Biarrizt et je me divierte ici come tu ne le sabes pa. Me sube sobre un peñasque et je me tire de tete e doy a la gente un chasque".
Por ultimo no seguiré el consejo de Anónimo porque tendría una pesadilla al ver y escuchar los chirridos de angustia del agonizante cerdo.
Alvaro

Alain dijo...

En mi barrio dirían....Vamos vete, salmonete. Es mucho más divertida la megacrítica que el relato. El estilo sí me gusta pero el fondo no. Siento no poder sacar tanto jugo a la historia. Pero lo de adaptar la idea de Roah Dahl sólo le salió bien a Almodovar en su guión de "¿Qué he hecho yo para merecer esto?".

Alain dijo...

Rectifico. En Cordero Asado no se comían al asesinado. La gracia era lo que al final se comían y no lo voy a desvelar por si alguien aún no lo ha leído.

Anónimo dijo...

Curiosamente la palabra salmonete viene del francés 'sormulet' y no del ingles "salmon" y es un pez acantopterigio que se puede comer con espinas y escamas. También se lo llama "trilla". Entonces la frase que se dice en el barrio de Alain podría haber sido "¡vamos vamos trilla!" Parece mas hispánico, ¿no?. Alvaro

Anónimo dijo...

No lo voté pero me reí. Y fué muy divertida la irónica crítica de un exuberante anonimus. Rómulo Saez