jueves, 4 de agosto de 2011

111 Triste bocadillo a mediodía por Leopoldo Portugués

Aquella mañana, Fernando de Castro y Salamandra, hijo tercero de Julián de Castro y Martina Salamandra, se escondió en los aseos del colegio y retiró el papel de plata hasta desnudar el bocadillo, cuya carne, superviviente del congelador, adolecía la textura correosa de un espárrago. Fernando destapó el contenido del pan mientras oraba a sus dioses infantiles, quienes no le agraciaron con chorizo ni panceta, ni queso ni salami, sino que lo condenaron – ¡Oh, míseros dioses infantiles! – a la agonía de un chorreón de aceite de girasol, que destelló amarillo bajo el foco halógeno del cuarto de baño.
¡Vida miserable!, se lamentó Fernandito, temeroso de las burlas de sus amigos, que espiaban el corazón de los almuerzos ajenos, que olfateaban los envoltorios, y que reían la ausencia de fiambre, o la abundancia, o las extrañas mixturas con las que algunos padres descuidados rellenaban el pan de sus hijos. Él mismo había acogotado a Paco El Mantecas por demérito materno en una aberración de queso gouda, paté de hígado de cerdo y mantequilla. Igualmente hirientes las carcajadas que estremecieron a la pobre Julia por un goteante sándwich de sardinas, pródigo en tomate artificial y aceites, que se desmoronó al primer bocado, impregnándole el vestido de un lodo apestoso que la acompañó hasta el final de la jornada.
Aceite – ¡de girasol! – en pan descongelado era una pifia amarga, un placebo alimentario, motivo de escarnio colectivo, más aún cuando ocurría por tercera vez en la semana, como si los astros, o los dioses infantiles, hubieran señalado con óleo lunes, miércoles y viernes. Por suerte, Fernandito se había precavido de sus compañeros, y en la soledad del retrete, mordisqueó los flancos del condumio, empachándose de esas migas esponjadas, luminiscentes, que tragaba con esfuerzo, salivando mucho; hasta que escuchó un lamento, una suerte de llantina silenciosa, entrecortada de hipidos. Acercó la oreja a la mampara divisoria. En el váter contiguo gimoteaba un niño; pronunciaba algunas palabras, que repetía entre dientes, con la boca llena. Al rato descifró la letanía: Otra vez no, otra vez no. No más mortadela con aceitunas.
En casa, Fernandito observó como su padre deglutía los macarrones con atún y tomate – rito de iniciación al fin de semana, plato de índole cuaresmal – mientras miraba la televisión, donde un hombre señalaba una gráfica cuyos valores se despeñaban en picado. Julián, como todo padre benévolo, le devolvió la mirada, y aún masticando la pasta, le preguntó: ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras tanto? A lo que el niño no respondió, sino que viró su cabeza hacia la madre, ojerosa Martina: Mamá, ¿por qué ahora solo pones aceite en los bocatas? Tanto Julián como Martina, esforzados trabajadores de clase media baja, agacharon la cabeza, como si cedieran la respuesta al otro; suerte que el hombre de la televisión, cuya relevancia, hasta el momento, era análoga a la de cualquier busto parlante, sentenció su reportaje sentenciando que Es culpa de la crisis; la crisis que todos sufrimos. Así, Fernandito de Castro y Salamandra, inició su cruzada contra los mediodías insípidos.
Empleó el fin de semana en el estudio de los alimentos. En la biblioteca municipal, halló un libro sobre trofología, esto es, sobre la combinación de proteínas, hidratos de carbono, lípidos y constelaciones; y también se ilustró con El Pentateuco Gastronómico Sobre La Compatibilidad de  Sabores. Elaboró un catálogo donde especificaba la tipología de panes disponibles, desde la baguette hasta el integral, y las ventajas e inconvenientes de cada clase. En otro inventario, recogió las preferencias de sus amigos, el bocadillo más común: salami, y el más raro: jamón con tomate. Incluso convenció a Marcos y a Inés para que se enrolaran en su proyecto. El lunes siguiente, en clase de matemáticas, Fernando de Castro y Salamandra observó a sus compañeros, todos ellos entretenidos con los surcos del compás, con la fisionomía galáctica de la escuadra y el cartabón. Calculó los posibles gramos de jamón por niño, los kilos de pan, las decenas de cortezas restadas a los moldes, los litros de zumo y, en un ejercicio de genialidad, hasta la media de calorías necesarias según sexo, talla y peso. No obstante, el profesor le arrancó de las manos sus esquemas y los rompió en mil pedazos: ¡Lo de pintar muñequitos en tu casa!
Cuando el timbre instó a los escolares a disfrutar del recreo, Fernandito trepó su pupitre, y esgrimiendo su porción de baguette disfrazada de plata, se dirigió a la clase con pose cesárea: Os ofrezco la posibilidad de un almuerzo mejor, un almuerzo sin  rutina; un almuerzo imaginativo, de todos y para todos; un almuerzo libre, donde cada uno escoja los ingredientes según sus apetencias. Seguidme y triunfaremos.  Y así, tras la arenga, como si hubieran aguardado ese momento durante toda su infancia, le siguieron, le siguieron todos y cada uno de sus compañeros, y al pasar las otras aulas, muchos niños curiosos preguntaron, y como respuesta recibieron la buena nueva de un líder mesiánico, capaz de desafiar la mezquindad y astenia de los bocatas modernos. Le siguió la multitud triunfal: chavales gordos, flacos, altos y bajos, rubicundos, granujientos, chavales de todas las edades que desembocaron en el patio, en un banco donde Fernando dispuso unos platos de plástico. Confluyeron sobre ellos embutidos y mantecas, y frutas, y quesos y hortalizas; toda suerte de quintaesencias para las papilas gustativas que Inés y Marcos desmarañaban mientras el chef, el de Castro y Salamandra, combinaba según había leído en los manuales de la biblioteca. Comenzó el reparto con un bocadillo de melva, requesón viejo y chorizo, que desató el furor de Mariano, el beneficiario. Luego, continuó con uno de lomo, jamón y pimiento. Le siguió una serie de bocadillos de aceitunas – extirpadas de la mortadela – y queso que animaron a los mellizos y a Carlitos Estepa. Conforme se arrimaban nuevos clientes, surgían obras de diseño, a cada cual más original y suculenta. El malo de Isidoro y Ginés el Ganso, dos abusones de muy mala baba, contribuyeron a la causa estableciendo a mamporros dos hileras de niños hambrientos. Los profesores oteaban desde la lejanía el tumulto sin atreverse a participar, como temerosos de una revolución infantil, hasta que García, el de gimnasia, reconoció que su rebanada de pan cubierta de chóped no le saciaría el hambre, por lo que animó a sus colegas del claustro. Pronto el banco congregó a todo el colegio. Repartieron las funciones según habilidades, y hasta la vieja cocinera plasmó su sabiduría en los nuevos emparedados; por orden del director, conserjería aportó algunas materias primas del comedor para sazonar los panes, y el recreo abarcó las horas lectivas de lengua e historia.
De esta manera, Fernando de Castro y Salamandra inauguró la Fiesta Gastronómica Anual del Colegio Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que se ha convertido en un referente de la cocina infantil. Hasta allí se han desplazado en las tres primeras ediciones afamados cocineros de todo el país, personalidades del mundo de la hostelería e incluso nutricionistas y expertos en pediatría. Cuando los periodistas preguntaron al niño qué había motivado esta idea contestó: Odio el aceite de girasol.

48 comentarios:

Jacobino dijo...

Un plato muy elaborado, pero un tanto insulso.

Suerte.

Anónimo dijo...
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Leopoldo Portugués dijo...

Por favor, no convirtamos esto en una riña de vodevil. Odiaría que este relato, que he elaborado con tanto cariño, fuese salpicado por polémicas innecesarias. Disfrutemos de la literatura que ofrece este certamen.

Fdo: El autor

Calvin dijo...

A mi el relato me parece que está bien encauzado. El tema, cuando menos original. Parece, eso sí un relato para niños. El planteamiento es sencillo, los protagonistas son chavales y el transcurrir de la historia me recuerda un poco a loslibros de barco de vapor. Pero esto no me parece negativo. Sólo dirigido a mi entender a otro tipo de público.


Por cierto, el anónimo invertebrado...impresentable

un saludo

Anónimo dijo...

Soberbio, no me puedo creer que haya tanto talento aquí. Eso sí, ese invertebrado se merece un garrote vil.

Fátima dijo...

Me encanta, me parece un relato para todas las edades, muy humano y tierno, ¿quién no ha maldecido al cielo cuando a la hora del recreo ha visto que su bocadillo era de mortadela con aceitunas? o cuando el jamón york era del duro y no finas lonchas, qué mal se pasaba. Hacer un cuento gastronómico y conseguir que a los que no nos gusta la cocina, nos enganche, es todo un mérito. Además, y esto ya es delirio personal, me encanta cómo cuida la precisión del lenguaje. ¡Buena literatura por fin!

Enrique dijo...

En su sencillez está su maestría. Cuenta algo que a todos incumbe y reparte palabras que a nadie se le ocurren con un ritmo que pocos consiguen, reflejando el carácter insuperable de su autor. En fin, mariconadas, que me gusta mucho, joder, algún día este concurso será tuyo.

Por otra parte me gustaría hacer una llamada al respeto y a las buenas formas. Jacobino, conozco a invertebrado y sé de muy buena tinta que podría arrancarte la cabeza con el simple gesto de mirarla con cierta insistencia. A ti y a todos lo que lo critican, es un hombre peligroso.

Y tenéis suerte de que el bueno de Leopoldo no esté aquí para defenderse!

Un saludo de Octavio, Conde-Duque de Corrales y Santo Varón.

Rodrigo Vaz dijo...

Me parece algo realmente original. El hecho de que alguien centre un tema tan amplio, como es la gastronomía, en un momento tan universal y humano, como es el momento del bocadillo en el recreo, me parece simplemente brillante.
Por no hablar de la facilidad con la que Leopoldo juega con las palabras, los símiles y las metáforas, de la misma forma con la que los protagonistas de su relato juegan a la pelota o al "tú la llevas".
Tienes mi voto y mi más profundo respeto para el resto de mi existencia.

Anónimo dijo...

En cierta manera me sentí identíficado como hijo de mis padres... me gustó. No pensé q se podía hacer algo así de lindo sólo con comida.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Estoy muy orgullosa de ti Ornitorrinco :)

Primer Concurso el Mirador del Norte dijo...

Estimados concursantes:

No deseamos en modo alguno convertirnos en cesores, pero no podemos tolerar comentarios soeces o injuriosos en el certamen, y cualquier entrada de este tipo será eliminada.

Anónimo dijo...

El relato en sí ni me gusta ni me disgusta, pero está claro que los comentarios que lo alaban los hace la misma persona o amigos del autor porque esos nombres no aparecen opinando sobre ningún relato más, y canta un poco. Suerte de todos modos.

Anónimo dijo...

Nadie esconde que he dado a conocer este certamen a todos mis amigos. Nadie esconde que todos mis amigos tienen criterio literario.

Fdo: Leopoldo Portugués, el autor

Anónimo dijo...

Si invertebrado y Enrique son amigos, mejor no tenerlos...

Fátima dijo...

Entro en esta Web desde que conocí el concurso y he comentado todo texto que me ha despertado curiosidad. No gano nada con esto y dudo mucho que el señor Leopoldo Portugués me invite a su cena para dos. Me molestan mucho las injusticias, si él tiene más amigos que los demás suerte para él, pero respeten a los que sin conocer de nada al señor Leopoldo apoyamos su manera de escribir. Gracias.

Anónimo dijo...

Señor o señora anónimo o anónima, dedíquese usted al noble arte de leer relatos, que para el tema de las relaciones personales hay sobradas cadenas de televisión en este país que las explotan y retuercen hasta los tuétanos. Además, tiene usted la opción de participar desde casa enviando un mensaje con la palabra Salvaos al 0000. Participo en este certamen con una obra que cumple los requisitos, obra que he mostrado a mis amigos, quienes también han ojeado las demás participaciones, aunque no las hayan comentado, y que se han expresado en el hilo de este relato tal y como han sentido. En cualquier caso, la abundancia de lectores repercute en beneficio de todos, puesto que se suman visitas y aumenta la relevancia de esta convocatoria y de la propia revista. Así que señor anónimo o señora anónima, ya le digo, imagine sus conspiraciones en el sofá, frente a la caja donde sí se tratan relaciones personales, a todas horas. Aquí hay escritores que se dedican a escribir, don/doña anónimo/a.

P.D: En cuanto a los comentarios de invertebrado y enrique, la organización ha decidido retirarlos, y no diré nada, como nada digo en casa ajena; pero sí le advierto que preferiría que no regresara a esta página si va a dedicarse a eclipsar mi relato con sus teorías conspiranoicas.

Buenas tardes

Enrique dijo...
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Anónimo dijo...

Prefiero no tener amigos que lo primero que hacen es insultar. Ni siquiera he ciriticado el relato. Me limito a opinar sobre los que van de sicarios por internet, que lo único que hacen es emponzoñar. En cuanto al relato, me gusta; y sigo opinando lo mismo de los que consienten el léxico de invertebrado. Corto y cierro.

Enrique dijo...

Eres buena gente, tienes un bonito criterio. Cambio y corto. Órdago a chicas.

j.bla dijo...
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j.bla dijo...

[...]y volviendo al relato, que es lo importante aquí, tengo que felicitar al autor por su brillante conexión de ideas, imaginación narrativa, buen uso del lenguaje y original elección de tema que relacionar con la trama en la que toca aquí desenvolverse.
Ánimo con tu prosa artista! ;)

Primer Concurso el Mirador del Norte dijo...

Insistimos en que no deseamos ejercer el oficio de censores. Por favor, no insulten a otros usuarios.

Anónimo dijo...

En mi opinión el lenguaje utilizado por el narrador no es el más adecuado para una historia con niños de protagonistas. La idea es original pero hay mucha forma para poco contenido.

j.bla dijo...

Opino que el lenguaje es adeacuado ya que a pesar de ser niños los protagonistas, no lo son los lectores.
O qué opinas de Momo, el Principito.... que desde protagonistas infantiles tratan temas para adultos?

Anónimo dijo...

Disculpa si te ha ofendido mi comentario, únicamente he dado mi opinión. Y lo que creo es que el lenguaje empleado debe estar al servicio de la historia. Te puedo asegurar que algunos de mis escritores preferidos emplean a menudo este tono. Pero vuelvo a repetir, en mi opinión, este lenguaje no enriquece la calidad del texto.

Anónimo dijo...

He leído este relato porque me llamó la atención que tuviera tantos votos.

Después he leído los comentarios, y resulta evidente cuáles son realizados por amigos y familiares y cuáles por usuarios imparciales, y coincido con casi todo lo que afirman estos últimos.

El lenguaje es ampuloso y rebuscado, hasta el punto de que en ocasiones te resulta grotesco, y, cuando en un relato te llama más la atención el lenguaje que el argumento, algo falla.

En cuanto a la historia en sí,la encuentro simplona y carente de tensión narrativa. De hecho, me recuerda a las redacciones de mis alumnos de ESO.

En todo caso, y a a no ser que alguien más se dedique a imitarle, parece evidente que va a ganar este premio popular, que no demuestra que tenga más talento que el resto, sino más amigos, algo que, por otra parte, también es para estar orgulloso.

Enhorabuena por el premio.

Anónimo dijo...

Amigo anónimo, despachas unos celos desgarradores, que suscitan más pena que odio y relatan el último zarpazo de un animal herido, agazapado en la esquina de su madurez tras constatar que nunca ganará nada en su vida.

Tu comentario hiede tanto a frustración que uno te imagina flaco y amarillo, carcomido de un envidia que muerde, muerde y nunca come. Qué triste se me hace verte imponiéndote ante unos adolescentes que te creerán, bendita juventud, como a una especie de vate sabio y venerable... Pero hasta qué punto queda tu magisterio en entredicho cuando te ves obligado a codearte con los mayores y tienes que asumir la derrota ante un chaval que no hace mucho que abandonó la ESO y ya rebasa tus conocimientos y aptitudes.
No te preocupes, Taún tienes alguna esperanza: Puede que Leopoldo el año que viene no se presente.

Anónimo dijo...

Amigo anónimo (qué casualidad, se llama Ud. igual que yo):

No ha rebatido ni uno sólo de mis argumentos: el lenguaje es artificioso rozando el ridículo, y la historia trivial y pueril. Estos son los hechos objetivos, así que patalee cuanto quiera, pero no cambiará la realidad. Es evidente que es Ud. uno de los allegados, si no el mismo autor; tanto en un caso como en otro, se hace un flaco favor con esos modos.

Como ya apunté antes, es posible que gane la votación popular, pero lo que es seguro es que no ganará el premio de los participantes ni el del jurado; es más, ni siquiera estará entre los finalistas, ya que su calidad es muy baja, por no decir subterránea.

Ahora desahóguese, es su turno.

Anónimo dijo...
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Leopoldo Portugués dijo...

Soy el autor del relato.

Me sorprenden las acusaciones del anónimo profesor, el que habla de lenguaje ampuloso y tal, y casi se rasga a las vestiduras por un posible caso de nepotismo...
Bueno, le diré que, evidentemente, no es ningún secreto que he dado a conocer este concurso a todos mis amigos, que amablemente han pasado por aquí para leer mi relato, y también para hacer comentarios al respecto. Y lo han hecho. También, sé de buena tinta que han disfrutado otras creaciones, y las han votado. Lo que me sorprende, Lord Anónimo, es que usted critique cuando, para empezar, estos certámenes requieren de la máxima participación del público, sobre todo para que las empresas que se publicitan - y que patrocinan - en los márgenes, vean compensado el esfuerzo económico de avalar un evento así. Es una función básica de las relaciones públicas, de la labor social de las empresas, que les retribuye buena imagen y con suerte nuevos clientes. También se beneficia la revista organizadora, que consigue lectores potenciales cada vez que un amigo o conocido de alguien escribe I Concurso de Relatos Gastronómicos El Mirador del Norte, lo que a su vez repercute en anunciantes, etc. ¿No creería usted que el formato del concurso es casual? Este certamen ofrece la maravillosa - a veces perniciosa - posibilidad de interactuación entre participantes y público, algo que no suele ocurrir, y que se agradece. En cualquier caso, no considero un problema que cualquiera de los escritores con obras publicadas aquí avise a sus amigos o familiares, de hecho me parecería bastante normal. Cuando uno escribe, desea que lo lean.

...

Leopoldo Portugués dijo...

...

Por otra parte, dice usted que la calidad de mi relato es muy baja, por no decir subterránea, critica el lenguaje por artificioso, y tacha la historia de trivial y pueril. En fin, qué decirle acerca de esto. Para empezar, creo que el lenguaje no es artificioso para nada, sino que siempre que escribo rehúyo la reiteración de verbos y persigo la variedad léxica. En mi opinión, no es un problema, y tampoco creo que el relato sea difícil de leer por este motivo. De hecho, me parece que el estilo es bastante sencillo y digerible. En cuanto a la historia, ahí no entro, cada uno sufre sus fobias y sus filias respecto a la temática. Está claro que para usted, hablar de colegios, siendo profesor, debe suponerle un problema, aún más cuando agosto avanza presuroso hacia septiembre, y pronto deberá volver a las aulas, donde una horda de alumnos.com le aguardarán ojerosos y desganados, dispuestos a derretirle las retinas a golpe de falta ortográfica. En mi favor, y la de otros concursantes, diré que la extensión estipulada por las bases ha complicado el desarrollo de las tramas, por lo que abundan los finales atropellados y un tanto prematuros. No me justifico, pero tenía que comentarlo.
Y por último, quiero usted que sepa que en ningún momento me he declinado por el premio del público. Verá, el veredicto del jurado otorga al beneficiario 500 euros, lo que equivale a unas cuantas cenas en restaurante. No hay que ser un aguililla para entender que quien gane el premio del público, difícilmente recibirá también el aplauso del jurado. No está escrito, pero suele ocurrir en muchos certámenes. Y creo que tampoco hay que explicar los motivos.

...

Leopoldo Portugués dijo...

...

Usted dice que no ganaré el premio del jurado, ni siquiera entre los finalistas, ni el del público. Me molesta que usted vaticine con tanta alegría, con la misma que critica. Me molesta ese espíritu dogmático que plasma en los comentarios, como si estuviera usted transido de una verdad universal sobre la literatura. Debería opinar usted como cualquier mortal, sin ese atildamiento que no le pertenece ni a usted ni a nadie. De críticos mercenarios están los periódicos llenos. Y de verdad, acepto cualquier pero, peroporopompero, no falte a la verdad ni juegue a nostradamus. Con todo, le agradezco la molestia de leer mi obrita y de comentarla, se lo digo con el marcapasos en la mano.
Agradezo también a los organizadores que hayan organizado; y por último, aunque deberían ser los primeros, siempre los primeros, a todos mis amigos, que me han dedicado unos minutos de sus ajetreadas y becariales vidas . ¡MUCHAS GRACIAS!, de verdad, me habéis alegrado el triste bocadillo.

Se despide, para siempre, Leopoldo Portugués



Yiop.

un horchano dijo...

He leido el relato hasta lo de "sentenciar el mensaje sentenciando". Sugiero al autor que pula este tipo de borrones por falta de vocabulario(sinónimos). No obstante le deseo suerte.

Anónimo dijo...

Me llamo Jerónimo Lawson y vivo en Austin, Texas, aunque uno de mis padres es española. Concretamente mi madre. Mi padre es de Austin capital y mi abuelo materno era de una pedanía de Murcia, donde dio a luz a mi madre, y se llamaba Francisco (mi abuelo, mi Madre se llama Verónica). Después vino a trabajar a Estados Unidos y consiguio hacer fortuna y mi madre ha heredado la empresa que mi abuelo francisco logro levantar de la nada.

Me he metido en este foro porque soy un gran aficionado a la literatura aunque tenga dificultades con el idioma y este es el relato que más me ha gustado, por lo que comprendo que tenga tantos comentarios pero no comprendo que lo critiquen tanto. En mi país a quien destaca sencillamente se le aplaude y no se le aplaste. Mis felicitaciones al autor.

Anónimo dijo...

Hola Jerónimo, gracias por contarnos tu historia. Te ha debido gustar mucho este relato. Dices que es el que más de los 115. Luego los habrás leído todos. ¿Cual es el segundo que más te ha gustado?¿o el tercero? Es que veo que no has comentado ninguno más. Me ha encantado leerte. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Hola anónimo (the last), no seamos marujonas.

Anónimo dijo...

Hola anónimo, o como decimos en mi país, hello. Soy otra vez Jerónimo. He leido la mayoria de los relatos, algunos parcialmente, porque no me gustó su inicio. De todas formas creo que me he hecho una opinión formada, al igual que tu puedes decirme cual es tu canción favorita y no haber escuchado todas las que hay. Por destacar otro, nombraré "la despedida por Aguiba" por que el comienzo me recuerda un poco a Saramago, por aquello de "el hombre más sabio que he conocido en mi vida no sabía leer ni escribir". No obstante, la prosa y la trama de este lo superan con creces. Si has escrito un relato y me lo he pasado, ¿te importaria decirme cual es, y lo leo tambien y lo comento? Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola a todos. Mi nombre es Teresita Johnson. Me conoceréis por multitud de mails en los que se pedía ayuda por alguna de mis diversas enfermedades. Pues bien, yo ya estoy mejor de lo mío. Pero ahora no pido para mí. Me gustaría que todos votaseis a este gran relato que es el que más me ha gustado de todos. Un saludo.

Anónimo dijo...

Qué poca imaginación. Pido a la organización que elimine el último comentario por incurrir en un delito de suplantación de identidad y por aniquilar el concepto de ironía.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

ACTO I
(En una habitación sencilla, frente a un ordenador portátil, Clodoveo sostiene un cigarrillo tembloroso cuya punta se deshace en cenizas. Soporta su cabeza apoyada en la mano izquierda y lee atentamente. Como se ha olvidado de que estaba fumando se ve sorprendido por una quemazón las yemas de sus dedos índice y corazón y deja caer el cigarro de súbito)

Clodoveo:¡Joder! ¡Con la caro que está el tabaco! ¡Es como si hubiera perdido veinte céntimos!

(Pese al arrebato de ira, Clodoveo continúa absorto en su lectura y enciende otro cigarro que, esta vez sí, procura fumarse entero. De pronto alguien abre la puerta. Suenan unas llaves y un chirrido limpio, que se escucha de puro silencio ambiental)

MARUJA: ¡Hola cariño! ¿Cómo va eso?
(silencio)
MARUJA: ¿Cariño? Te estoy hablando, acabo de llegar del trabajo.
CLODOVEO: ¡Ssssh! Un momento, por favor
(Maruja refunfuña)

MARUJA: ¿Y qué es eso tan interesante que estás haciendo, si puede saberse? Te recuerdo que llevamos sin vernos desde ayer por la tarde…
CLODOVEO:¡Sssssh! ¡Te he dicho que esperes un segundo, no es tan difícil!

(El tono imprecatorio de Clodoveo enfada aún más a Maruja, a la que todavía Clodoveo ni ha dirigido la mirada)

MARUJA: Pues yo he estado trabajando, anoche hubo un accidente de coche y he tenido que realizar una operación larguísima… Dormí un poco en el despacho y luego por la tarde he ido a la peluquería… ¿Has visto mi pelo?
(Clodoveo sigue leyendo)

MARUJA: Clodoveo, cariño, qué diantres estás leyendo, ni siquiera me miras…
CLODOVEO: ¡Maldita zorra, cállate ya joder! ¡Para algo bueno que leo en mi vida tienes que venir a fastidiarme!
(Iracunda por la tensión acumulada y por las palabras de Clodoveo, Maruja va hacia la cocina, coge un cuchillo del cajón y con un gesto de cirujana minuciosidad secciona la aorta y la tráquea de Clodoveo, que cae al suelo envuelto en sangre y con los ojos abiertos, mirando la pantalla)

MARUJA: Ea, ya no volverás a contestarme mal. Me pregunto qué sería lo que te tenía tan enfrascado.

(Maruja echa a un lado el cadáver de Clodoveo y mira el ordenador. Sus ojos se dilatan cada vez más y abre la boca sorprendida)

MARUJA: ¡Triste bocadillo a mediodía! ¡Qué relato tan excelente! Jamás había visto mejor inicio ni tal exactitud en la gramática. Voy a leerlo entero y luego lo votaré.

(Cae el telón. Cuando sube de nuevo aparece Maruja avejentada frente al ordenador, delgadísima y pálida, y un esqueleto casi descompuesto del todo a sus pies. Maruja no ha hecho otra cosa que leer y releer el relato “triste bocadillo a mediodía” de Leopoldo, durante varios años. De mera inanición, Maruja se desploma agonizante junto al esqueleto de Clodoveo)

MARUJA: Muero de hambre y suciedad, pero ha merecido la pena…
FIN

Anónimo dijo...

Octubre 15, año 3768
Sistema Andrómeda
Planeta Pitres 14
Diario personal del Comandante Level

La última luz parpadea, anuncia su extinción. Alrededor, la oscuridad se adensa, y un frío remoto asciende desde el suelo. Los generadores de energía emiten un pitido continuo que hiere agudo, lancinante, hasta el último eslabón de la cadena de huesecillos.

Hace más de dos meses que los terroristas mormones atacaron la base. Hace más de dos meses que no escucho el lamento de ningún moribundo. Durante la primera semana, a través de las cristaleras, mantuve contacto visual con el hangar contiguo, donde un mujer combustionaba biomasa para calentarse. Me indicó por señas que todos sus compañeros habían muerto, que el sistema de refrigeración y renovación de oxígeno agotaba sus reservas; me indicó que moriríamos sin remisión en esta soledad cavernosa. Supongo que no encontró más material para sus hogueras. Nada resplandece hoy desde su lado. No obstante, albergué la esperanza de que La Corporación regresara a por nosotros, pero la fe, al igual que la vida, se diluye poco a poco en este manto negro.

Gracias al último foco, un panel de emergencia que alumbra rojo, y a mi olfato, he conseguido algo de alimento. Hice varias incursiones hacia el norte de la base. Allí están los almacenes, grávidos de comprimidos de h2o, alimentos en polvo y bocadillos congelados. Resultó peligroso, e inútil. Supongo mis reminiscencias animales se aferran a la existencia. Mis órganos me impelen a luchar contra el cortocircuito. Pero yo estoy harto. Soy humano y quiero abandonarme.

Pese a todo, aún respiro; quizás porque encontré un carboncillo y una blackberry 5000 casi sin batería. La pantalla del aparato estaba perlada, quizás por un golpe. Aún así, resultaba legible lo que, a mi entender, era la última conversación de un infeliz.

Joe Malone69: Q hces?
Drake Sirfrancis: Intento cagar
Joe Malone69: Tienes algo para leer?
Drake Sirfrancis: Sí, Triste bocadillo a mediodía
Joe Malone69: Fuck! un clásico universal... Q lo disfrutes

Tanteé la zona. Necesitaba esa obra. Necesitaba leer ese cuento. Mis profesores del instituto aseguraban que un hombre que moría sin leerlo no era un hombre. Y por algún motivo, hallar el legajo se convirtió en mi principal distracción. Lo encontré ayer; al lado de una pistola.

Lo he leído hasta la extenuación, agobiado por el titubeo eléctrico de la bombilla, por el frío que astilla mis huesos; lo he leído hasta enamorarme de los protagonistas, hasta considerarlos parte de mi familia, hasta convencerlos de que deben asistir a mi sepelio en este repugnante planeta.

Supongo que los puristas literarios me odiarán por ello; pero me he permitido la licencia de escribir la segunda parte en el anverso de esta página. Si alguien lee este legajo, verá mis sesos esparcidos sobre él, y la rúbrica de mi vida condensada en Triste bocadillo a mediodía II, como una justificación postrera de mi nacimiento, mi devenir y mi deceso.

Sí, he decidido volarme la cabeza. Una bala para la sien izquierda. Respetaré las facciones de mi rostro, que expresarán una sonrisa para la eternidad: la sonrisa del hombre que murió feliz gracias al mejor relato de todos los tiempos y su spin-off.

Atte. Comandante Level de la Armada del Banco Universal de Crédito e Hipotecas a Media Vida.


TRISTE BOCADILLO A MEDIODÍA II

Cuando despertó, Fernando de Castro y Salamandra todavía estaba allí.

Boom!


Fin

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

hace tiempo que no leo un relato tan bien bonito. quien piensa en los niños hoy día? los hemos convertido en un capricho para cuando suena el reloj biologico o en una pesadez. el que ha escrito esto debe ser padre o madre y saber bien de lo que se trata y de porque tiene que escribir sobre ellos. un aplauso.

Paquita dijo...

Fetén

Anónimo dijo...

Escribir bien y con buen gusto. Una suerte contar con ese don. Gracias por hacernos soñar.

Anónimo dijo...

Yo también odio el aceite de girasol!! Relato perfecto!