martes, 21 de junio de 2011

15- María la catalana por Julia Guillén

    A las diez de la noche supe que había perdido la paciencia. Cerré los ojos y pensé que todo había terminado. Ahora sí, había terminado.
Hacía dos horas que la esperaba.
Todos los minutos del día me habían resultado escasos. Salí temprano de la fábrica y fui a las vinerías y a los mercados de la Rambla. Antes de las siete subí al altillo, abrí la ventana y miré el puerto. María llegaría a las ocho.
Era un atardecer como tantos en Barcelona, el viento parecía agitar los lejanos reflejos del mar helado y se me antojó, una vez más, que ese mar estaba poblado de naufragios y surcado por banderas negras, las de los viejos piratas normandos.
Entré a la cocina. Estaba dispuesto a gozar la noche, el tiempo me jugaba a favor. A las ocho ya la esperaba y había tendido la mesa con un mantel de encaje de palilleiras que vendían a buen precio los gallegos en las esquinas, era para acentuar la suntuosidad de la cena. La escena lucía teatral, solemne.
Aspiré con placer los aromas que salían de las sartenes.
Cuando molía los crujientes pétalos secos de las rosas y los juntaba con los ajos confitados y las olivas, pensé en María, y seguí pensando en ella cuando cubrí con este manjar espeso y oscuro los filetes del besugo y los guarnecí con navajas y berberechos. Pasó el escozor de una quemadura en la mano con la misma rapidez del burbujeo del agua hirviendo y entonces volví al deleite, los aromas, la media luz. Encendí las velas, se iluminó un rincón con las flores y estalló la música.
Pensé en ella y en su capacidad de sorprenderse. Casi llegué a ver la placidez en sus ojos e imaginé su boca descifrando aliños y sabores, y enmarcando el filo de la copa del mejor xarel-lo que encontré. Pensé también en su cuerpo frágil, ligero y en esa sonrisa catalana y franca que le fluye con asombro cuando le invento cuentos de sibaritas, cuando le hablo de la inmortalidad del placer.
Son mis mejores inventos. Es la fantasía de alguien que nació en un pueblo del sur del mundo, un mundo de gauchos afrancesados que juegan fútbol y comen chuletones de vacunos, un pueblo que adora a la Virgen de Luján y agota el libro de quejas de las oficinas públicas.
La Historia (no esta historia, sino otra Historia, porque hubo otra Historia más antigua, de cacerías y violencia), me trajo hasta aquí, hasta esta costa catalana de Vírgenes de Montserrat y procesiones marinas. Sufrí, claro que sufrí.
Fue entonces que encontré a María y ella fue mi patria.
Ella sigue siendo mi patria, pero son las once de la noche y no llega.
El silencio es total. Las copas están limpias y solas, el horno abierto y vacío, al romero se le esfumó su perfume, las velas se apagaron y me siento fatal, como dicen por aquí.
Pienso en la nostalgia, es medianoche, me sofoca su maldita ausencia y me pregunto por mi nueva vida, la vida después de esta otra orfandad, la vida de la paciencia perdida.
Unas llaves se niegan a encontrar la cerradura de la única puerta del altillo, hay un ruido seco en la entrada, luego llegan las palabras. No entra María, entran las súplicas de perdón, las mismas de otras veces. Entra al altillo la formalidad de un discurso de lamentaciones y tropiezos, una suma de acontecimientos, confusiones y disculpas. La acaricio, la beso en la boca, la abrazo con un temblor que sólo puede nacer de mi vieja alegría de estar vivo. Ahora está en silencio, y se lo agradezco.
Miro la cena fría sobre la mesa todavía bien vestida y a esa hora, ya entrada la madrugada, vuelve a mí, íntegramente, la paciencia que había creído perdida para siempre, a las diez de la noche.

3 comentarios:

Jacobino dijo...

Escrito con corrección, salvo por la puntuación, pero un poco insustancial (vamos, que no pasa nada).

Suerte.

Calvin dijo...

Yo creo que sin pasar gran cosa, pasa mucho. Con ese retraso y esa ansiosa espera vemos la forma en la que la relación se desarrolla. Una historia de amor con dos protagonistas dispares. Creo de todos modos que hay algunas discordancias de tiempos que dificultan su lectura, como por ejemplo cuando dices era un atardecer en lugar de fue un atardecer. No lo sé, quizá no sea necesario, pero a mi la mezcla de pasados no me suena bien

Un saludo

JOSELINA dijo...

Me gusta la tensión que creas.
Suerte.