viernes, 15 de julio de 2011

68- Curioso libro de recetas


Mi hermano, chef de un restaurante de clase media, se había quedado sin ideas para cocinar. Para ser sinceros, más que no tener ideas, lo que estaba era un poco desactualizado y su jefe le había pedido que le diera un giro al menú e introdujera algo “chic, por eso de atraer a gente más variada”.
Decidí regalarle un libro de recetas que me dijo el vendedor ser “La última maravilla culinaria. Me la comería si no fuera de tapas duras”. Le miré serio. Se arregló el traje. “No hay nada más nuevo” dijo con orgullo. Aprovechando que se acercaba el cumpleaños de mi hermano, lo compré.
Mi hermano me agradeció el detalle pero cometió un error.
(O no, porque el resultado de aquel supuesto error fue lo que le ha dado la fama. Difícil distinguir un error, en fin).
Me contó que lo estaba leyendo en su terraza, cuando lo dejó encima de la mesita y se fue al baño. Se le olvidó recogerlo, se fue a dormir y durante la noche se lió una tormenta. Al recogerlo al día siguiente estaba empapado. Lo cogió con cuidado para no deshacerlo y se lo llevó al trabajo.
Allí lo puso cerca del fuego para que se secara y él se puso a cocinar. A los pocos minutos, entró el jefe pidiendo “algo chic”. Mi hermano me dijo que se sintió seguro por tener aquella ayuda y le dijo que lo haría.
Tiró mano del libro, con precaución para no romperlo, y cogió una receta a voleo. Se puso a seguirla, sin prestar excesiva atención a lo que cocinaba, porque se fiaba del cocinero que había escrito el recetario.
Cuando terminó de preparar el plato, lo metió al horno unos minutos y lo sirvió. A los pocos minutos su jefe le dijo que “Ése era el camino, que el bacalao salteado con yogur de macedonia era moderno. ¡Otro plato chic!” me contaba mi hermano que le dijo.
Repitió el proceso, según me decía, de abrir sin saber por dónde el recetario y seguir los pasos, y el resultado fue sorprendente: huevos revueltos con tropezones de caracol y mejillones. “¡Exquisito!” dijo su jefe, casi extasiado. Todas las recetas que cocinó esa mañana, siempre siguiendo el libro, fueron igual de “modernas”.
Cuando terminó, dejó allí el libro para que se secara por completo y se marchó a casa.
Al día siguiente, con el libro seco del todo, repitió el proceso del día anterior y el resultado fue desastroso: tortilla de patatas con longanizas, paella de pollo y conejo, ensalada mediterránea y otras cosas que estaba acostumbrado a cocinar. Su jefe le insistió en que el caminó era el del día anterior, “Como ese yogur de morcilla y esa lasaña con anguilas. Por no hablar del montadito de calamares y tocino”.
Me contaba mi hermano que abrió el libro, tratando de buscar las recetas del día anterior, pero no las encontró por ningún sitio. Sin embargo, le sorprendió ver las letras descolocadas, desalineadas, como a punto de caerse. Además, tenían la tinta algo corrida.
El día fue monótono y el jefe le insistía en “que o nos modernizamos o esto se va a pique”. Cuando salió de trabajar, me llamó  y vino a casa a contarme lo sucedido.
“Ponlo debajo del grifo, a ver qué pasa” le invité a hacer, animado por lo que me había contado. Me miró como si le estuviera tomando el pelo. “No tienes nada que perder” dije. Se encogió de hombros y me hizo caso.
Cuando lo sacamos, lo pusimos en un paño de cocina y lo abrimos. Nos miramos perplejos: las recetas extrañas habían vuelto. “Es cómo la ropa, que al lavarla se arruga y luego vuelve a su forma original”. Él me dijo que quizá la forma original del libro era la mojada, la de las recetas “chic y modernas” dijo, imitando a su jefe. Aquella idea me turbó.
Fui a por El Quijote, lo metí debajo del grifo y al leerlo era un libro totalmente diferente. Repetimos el proceso con otros libros y sucedió lo mismo. Era como si las letras tuvieran vida al mojarse, o se quisieran resguardar del chaparrón, quién sabe.
Me contó mi hermano que al día siguiente, cuando llegó al trabajo, metió el libro debajo del grifo. La cosa funcionó a la perfección.
Durante los siguientes días su fama aumentó. Por lo visto, a las letras les gustaba jugar, por lo que ningún día se repetían las recetas y su originalidad culinaria le hizo ganar comensales.
A los pocos meses dejó su trabajo y se montó su propio restaurante, el cual es chic. El plato estrella es la Sopa de Letras caramelizada. Sírvanse.

9 comentarios:

Jacobino dijo...

Un relato fresco y original, apenas afeado por la puntuación, un tanto deficiente.

Suerte.

Anónimo dijo...

Gracias, Jacobino, por tu comentario. Querría saber qué número es tu relato, porque he estado leyendo tus críticas, y me parecen acertadas por lo general. Yo, al menos, la acepto con gusto y como constructiva.
Un saludo y gracias de nuevo!!

Calvin dijo...

Coincido. El relato es fresco. La idea es original y la redacción no se hace pesada con adornos superfluos ni descripciones interminables de platos que nunca provaremos. En definitva, me ha gustado. Eso sí, en mi opinión la sencillez a veces es excesiva y eso debe cuidarse para que no se torne en un relato simplón.

Un saludo

Anónimo dijo...

perdón por tardar en responder y gracias por comentar. Me alegro que te guste. Respecto de la sencillez, en algunas cosas tengas razón, pero para encajar la historia, opté por ese camino. De todas formas, lo revisaré.
Gracias!!

B. Menorca dijo...

Gracias por un relato que tiene una historia que capta la atención del lector; es una gran cualidad entre 115 trabajos.
Te dejo el voto de estrellitas si aparecen esta vez.

Anónimo dijo...

No es un problema que sea corto. Si fuera mas corto sería casi un poema. Haré la prueba de acortarlo aun mas para ver que pasa. Claro que me gustó. Pero no aparece el cuadro de las estrellas.
Alvaro

Anónimo dijo...

Alvaro las estrellas solo funcionan con navegadores Firefox o Chrome...

Alain dijo...

Coincido en que el relato es fresco y ameno. En ocasiones el lenguaje es un tanto pobre. Creo que se está cerca de un lenguaje infantil o juvenil. Dándole algún retoque el relato se podría encaminar hacia ese campo. Suerte.

Anónimo dijo...

Gracias por las lecturas. Respecto al lenguahe pobre, he utilizado el que considero adecuado. No me gusta usar grandes frases o palabras porque creo que no llegan. Respecto a ser juvenir o infantil, no podría estar más en desacuerdo. De todos modos, os agradezco mucho la lectura y los comentarios.
Saludos y suerte!!!!