jueves, 14 de julio de 2011

65- Ergo Sum por Samuel Brausen

Sabiendo, como sé, que mi retrato robot se podría calcar de los bestiarios que adornan ciertas catedrales, comprendo que mis afanes donjuanescos acumulen desencantos para llenar camiones; sin embargo, nunca he abandonado el empeño sino que en verdad mi esfuerzo tiene la cualidad del diamante, aunque me asuma, en el fondo, gárgola de arenisca; pero incluso éstas son admiradas -con ese sentimiento infantiloide de pavor gustoso- y se agradece su cantarín escupir lluvia que cae sobre el pavimento hollado por las mismas gentes que ante mí desvían la mirada con muecas que denuncian los hueros mimbres de su moral.
La opuesta a la que han recibido las personas sanas como usted, la buena educación se le nota nada más presentarse y será un inmenso placer si se aviene a compartir mi mesa con la chica que he invitado... ¡Ve! me rechaza el convite porque es decente -no se azore por el cumplido-, hasta el punto de eludir ser guitarra o de no asomarse al escote de las damas o a las partes que enseñan los mozuelos con sus pantalones caídos y arrastrados por la inmundicia de las calles (¿si la chiquillería se pagase su ropa, existiría esa moda?).
Pero volvamos al tema, se imagina usted el molestar que puede llegar a sentir una persona de extraordinaria belleza, sentada frente a nosotros en un sitio público, a la que todos miramos con expresión de incrédula estupidez y babeante deseo subyacente. ¿Se hace cargo de la molestia? ¡Claro que sí! Ahora fuerce su empatía y encamínese a las antípodas emocionales, aunque sea largo el camino, colóquese en mi lugar y sabrá a ciencia cierta que se halla en el vano de la casa de Pedro Botero. Le aseguro que se sufre hasta el sudor, como el que estamos chorreando ahora con el horno tan fuerte, es para el postre de naranjas rellenas -de una crema hecha con su zumo, una cucharadita de maicena y las yemas sobrantes del merengue que las adorna.
Desde que descubrí que cocinar me relaja tengo los favoritos del navegador exclusivamente con páginas de recetas. ¿No le estaré robando un tiempo asaz precioso? En esta época tan ajetreada en la que si apenas tenemos tiempo de pensar, cuánto menos para prestar oídos a la molesta cháchara de un desconocido; si soporta leer hasta el final esta suerte de confesionario laico, le crearé complejo de diván de psicólogo. ¿En serio no quiere una cervecita? La tengo sin alcohol también, porque no sé si mi invitada alza su codo durante los ágapes, aclaro que no me propongo emborracharla para que sus exigencias estéticas coticen a la baja. Aplicar malas artes es muy poco caballeroso, peor, es de aprovechados, sería actuar desde el poder que da la sobriedad o el aguante; conozco a más de uno que lo hace y apenas me lo han contado les he dejado de hablar para siempre, dirá que soy un extremista: sí en cuestiones éticas. Y punto... el de los frijoles, tienen que quedar de mantequilla, porque si la cáscara es correosa, al hacer puré una parte de ellos, en vez de espesante se convierte en espuma de acero, el plato pierde su encanto y mis intentos de seducción por la panza se van por el váter. Podrá objetar que así sólo enamoraré a personas predispuestas a ser andorgas agradecidas, pero le apunto que somos mesnada obediente a la voz de la billetera, con lo que no corro ese riesgo.
Hay quien dice que lo mío es misoginia, nada más lejos de la verdad, como siempre me han dado de lado -comprensiblemente, repito- me dedico a la etología, sin excluirme de las penosas conclusiones resultantes. Que el ser humano es débil es un lugar común, pero válido, sobre todo si el aserto abarca desde la moral hasta la psique pasando por la carne y ésta en su acepción más amplia; incluso como la que acabo de guisar, que ha de quedar muy tierna, mejor un pelín pasada dice la receta, porque se hace con charque y costillas ahumadas, lo he sustituido por ternera y cerdo, como en origen esto era comida para esclavos de las plantaciones brasileñas, se le echaban los cortes más correosos. No, no se me ha olvidado echar el béicon, es para la farofa: se fríe y luego se rehoga junto a la harina de mandioca molida gruesa; también la venden preparada pero con vaya uno a saber qué aceite. Es extraño que aún no haya llegado.... cierta personita. En estos tiempos de falsía, en los que se comercia con todo lo posible, desde este arroz blanco que estoy desmoldando, hasta la genética a la carta de la descendencia -y no para curar enfermedades precisamente-, amén de que no se puede confiar en que las leyes lo impidan, porque siempre una cuenta corriente con leudante ayuda a vencer los códigos hipocrático y penal.
Estoy abusando de su excesiva cortesía, le pido encarecidamente que me disculpe, pero hay días en que me levanto con la lengua indomeñable, como un viejito que intenta enhebrar con cualquiera que se le acerca. ¿Me pasa esas naranjas, si es tan amable? ¡Mil gracias! Voy a pelarlas y separar en gajos para desengrasar y cambiar de sabor, como se presenta en platillos con un poco de cada cosa, resulta una mesa muy colorida.
Ha pasado con colmo, la media hora de cortesía, dispenséme un instante; el teléfono móvil es ideal para estos casos.... ¡Me ha hecho una pedorreta! ¡Se ha reído y ha colgado! ¡Ni imaginación para una excusa! ¿Se le ocurre algún calificativo ante tal denigrante bajeza? ¡Menos mal que no ha venido! 
No se me apene, si casi ni me afecta; más que acostumbrado, estoy encallecido. Me permite que le haga una pregunta: ¿tendría la gentileza de compartir conmigo esta feijoada? Lo mismo hasta arreglamos el mundo.

9 comentarios:

Jacobino dijo...

Otro exceso de barroquismo para disfrazar la nada.

Suerte.

Anónimo dijo...

Estilo muy personal, originalidad en el planteamiento.

Calvin dijo...

El estilo es personal y diré que llega a ser interesante según el giro, pero excesivo a mi entender. Como dice Jacobino, apenas cuenta nada. Creo que lo positivo cuando se utiliza un anrrador al que le gusta divagar es que no se quede ahí sino que detrás de esas divagaciones haya una historia profunda.

UN saludo

Lucía dijo...

A mi sí me gustó. Una persona hablando mientras cocina, muy cotidiano (aunque el lenguaje no nos parezca tal, identifica al personaje) ésa es la historia. Las referencias a la base de la receta es muy original y el postre es de los pocos elaborados que se pueden servir después de una feijoada (mmm qué rico)

Anónimo dijo...

una forma original de mostrar el lado oculto de un cocinero adicto al langua lengua castellana y sus derivados, muy inspirador; lo importante no es lo que cuenta si no como lo hace.
Muy bueno.

Anónimo dijo...

un amante del diccionario sin lugar a dudas..suerte

Anónimo dijo...

Demasiado barroco. Es molesto de leer.

Juan Ángel Cabaleiro Rosa dijo...

Primero: mete adjetivos a lo loco, sin sentido, cuantos más mejor.
Segundo: corre de locutorio en locutorio a votar por tu propio relato.
Tercero: pregúntale a tu madre y a tu pareja qué tal escribes.
Cuarto: culpa "al sistema" de tu falta de éxito.

Anónimo dijo...

Soy el autor de este relato y vista la inquina provocada me aplico el adagio cervantino de los ladridos. Otrosí:
1)la culpa de mi fracaso vital la tiene el sistema métrico decimal.
2)gracias por la idea de los locutorios, la próxima vez será.
3)gracias por la parte de crítica literaria y no personal.