Todos los años por las
mismas fechas nos juntamos la familia en un merendero, que habitualmente
también suele ser el mismo cada año. Desde primera hora de la mañana vamos
llegando y preparando todo lo fundamental para pasar un día agradable al aire
libre.
Mi madre suele encargarse
de la mayoría de la comida. Suele llevar el picoteo: unas patatas fritas
“chips” de las compradas, unos pepinillos y unas olivas. Una ensalada de
tomate, lechuga, atún, patata y huevo cocido y aceitunas verdes. Los recipientes
de sal, aceite virgen extra de oliva y vinagre que no falten tampoco. Y el
plato fuerte, que como siempre es la barbacoa de carne: secreto ibérico,
chuletillas de cordero, panceta… Mi hermano suele ser el encargado de llevar
patatas gigantes para asarlas también en la parrilla y después echarles
mahonesa o alguna salsa de queso y choricillos, morcilla y pinchos morunos.
Nosotros somos más de la bebida: un buen vino de crianza y coca cola que no se
acaben para poder pasar toda la comida dispuesta en los platos. Y el postre, un
rico melón de temporada.
Quien suele pegarse con el carbón, la parrilla y el
fuego suele ser mi hermano que es quien más lo disfruta, mientras los demás
sentados en la mesa vamos dando buena cuenta de la comida. Los peques a su vez
enseguida se aburren de estar formales
y cogen el balón para darle unas cuantas patadas.
Y así en torno a la
barbacoa van pasando las horas y el día. A última hora de la tarde toca recoger
y regresar cada cual a su casa.
3 comentarios:
Ni siquiera una anécdota.
Suerte.
No narra, es un fragmento costumbrista, aunque en puntuación está bien
A este sí que le falta el conflicto. Es cierto que es una descripción tal cual.
Un saludo
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