jueves, 4 de agosto de 2011

106- Las dos ventanas de la comida

Hacía mucho frío, tanto, que me quedé echa un cubito de hielo; metafóricamente hablando.  Me decidí ir a ver si entraba en calor, pero una barrera endemoniada me cortaba el paso, era una especie de plástico, pataleé con todas mis fuerzas, pero por más que lo intentaba mi esfuerzo era en vano. Todo estaba oscuro y eso me asustaba. Había mas como yo, pataleando sin rumbo alguno, gritando socorro y completamente desesperadas. De repente una puerta delante de nosotras se abre y una lucecita amarilla se encendió sobre nuestras cabezas. Podíamos ver a un hombre enorme, gordo, feo y calvo. Llevaba la barba muy larga; ya casi se empezaba a parecer al mago de Merlín. Se relamía con la lengua; era desagradable.
-         Comida, comida, comida, dijo relamiéndose de nuevo.
Podía ver sus dientes, asquerosos y casi con sarro, se los podía lavar de vez en cuando pensé yo... A mi lado había muchos más alimentos, pero no los conocía  a todos. Había pizzas, hamburguesas, una montaña de chocolate y comidas precalentadas por todas partes. El hombre rebuscaba de arriba abajo algo para comer; susurraba y babeaba diciendo:
-         Dulce, dulce, dulce,… no sabía quién era el que hablaba; él, o su enorme estomago.
Me llamó mucho la atención la camiseta que llevaba, era la típica vieja, blanca y algo arrugada; llevaba un hombrecillo impreso que vestía una gorra  y un peto verde, era  Luigi, el famoso compañero de Mario Bros. Nuestro amigo el calvito necesitaba un mote y Gordilui me parecía de lo más original.
Esperaba con ansia que me sacara de allí; de todas formas no tardaría en hacerlo ya que llevaba allí más de tres días y ya me iba aponer mala. Cuando Gordilui me compró en el supermercado dijo que ya era hora de ponerse a hacer una dieta equilibrada y yo nada más verle aquel día compartía su misma opinión.
-         ¿Harás  el coctel de frutas? – Dijo una voz femenina.
-         No creo; las frutas ya están pochas; las tiraré y empezaré la dieta otro año – añadió Gordilui.
-         ¿pocha? ¡¿POCHA?!, yo no estoy pocha… - le dije muy enfadada.
Cerró la puerta de la nevera, y decidí que tenía que salir de allí; a duras penas, conseguí; tras mucho esfuerzo, hacer una ranura en aquel plástico, gracias a mi puntiagudo pelo. Conseguí salir de aquel infierno; y con una sonrisa en la boca y lo brazos bien altos dije: LIBERTAD  
Baje el primer escalón de la nevera, e intenté abrir la puerta con todas mis fuerzas, Pero no lo conseguí. Me ayudaron muchos alimentos, me advirtieron que no sería nada bueno salir de allí, pero estaba congelada y aburrida, me gustaba ver mundo y vivir aventuras. 
Abrimos la puerta de la nevera y me dispuse a salir. La cocina estaba echa un asco, suponía que en esa casa; por no decir pocilga, la palabra escoba no estaba reconocida. Había tozos de nueces tirados por el suelo, cacahuetes, otros frutos secos; pero sobre todo había tomate y trozos de lechuga.
Cogí una cascara de nuez, y me la puse en la cabeza como casco, me quedaba preciosa con mi pelo verde,  atrapé un trocito de lechuga, me la até al cuello y ya estaba lista para todos los obstáculos que me pusiera la vida. Crucé la cocina, y entré en el salón, Gordilui estaba sentado en el sofá. Tenía un bol de palomitas XXL encima de la mesa. A su lado, estaba una mujer sentada, a los dos les absorbía la pantalla de la tele, seguramente, sus dos gordos culos estarían cuadrados al igual que el sofá. Vi una ventana abierta al fondo del salón, lo crucé con suma delicadeza y no se percataron de mi presencia.
Cuando estaba justo al lado de la ventana me pregunté si merecía la pena saltar desde allí, exactamente, desde un cuarto. Miré hacia abajo, había un contenedor repleto de panes de hamburguesa; mi salvación, pensé. Me tiré sin pensármelo dos veces, una oportunidad como esta sólo se tenía una vez. Caí sobre blando aunque me destrocé un poco el trasero. Me levanté como pude, me puse de pié y fui botando sobre los panes para salir de allí. Encima del contenedor había dos ventanas, me  aproxime a una de ellas para observar otras formas de vida, mejores que las de Gordilui; (o eso esperaba) pero sólo vi multitud de grandes personas que se metían para el cuerpo miles y millones de calorías, comiendo hamburguesas, triples y dobles. Sólo se veía la cocina de aquella tienda y lo que vieron mis ojos era el caos. Había patatas fritas aceitosas, miles y miles de grasas animales, acompañadas con algo de verdura, como tomates, cebolla o lechuga que sólo estaba allí para aparentar un mejor aspecto saludable a aquella sebosa comida. Yo no discutía con nadie en absoluto que aquellos alimentos no estuviera de lujo pero afectaba gravemente a la salud, no podían alimentarse de aquella comida; si hubieran estado en el huerto donde me crié habrían aprendido las funciones y los objetivos de cada una. La mía como buena vitamina, era dar al cuerpo humano hidratos de carbono, mucha vitamina C y ácido orgánico, que ayuda al funcionamiento del aparato digestivo de los humanos.
Volvía sobre mis pasos a sentarme justo donde había caído. ¿Y si tenía razón Gordilui? ¿Y si ya estaba pocha y ya no había esperanza? Recordé las lecciones que me habían dado en el huerto, nunca des nada por perdido; asique me acerqué a la otra ventana ya sin esperanza para ver mis últimas imágenes antes de que me echara a llorar.
Levanté la cabeza y leí un cartel: comida sana, vida sana; todo vegetal nada animal. Me alegré tanto de ver que alguien compartía los mismos pensamientos que yo... La ventana tenía una pequeña ranura abierta, intenté levantarla. Esperaba ver comida sana, verdura… Era como yo lo imaginaba, ya podía morir en paz. Entré en la cocina, estaban preparando un delicioso plato con frutas del bosque, algo de nata montada y un poco de canela, el cocinero se despistó, y pensé que ese era mi momento de gloria. Me quite el casco y la capa; ya no los iba a necesitar. Corrí hasta el postre, trepé por la copa hasta llegar a la cima, no podía estar más cansada, por lo que me dejé caer sobre una dulce, blanca y blandita amiga, que seguro, me conduciría hasta mi objetivo. Había aprendido una gran lección, hay gente de todos los tipos, grandes, pequeños… todos podemos elegir a dónde queremos ir y que queremos hacer con nuestra vida, cada uno hace lo que cree que es más correcto algunos se equivocan de camino; hay gente que intentan cambiar el mundo y hacen que el universo sea un poquito más humano; porque cada uno tiene sus sitio. Y el mío estaba allí. Porque… ¿Dónde iba a estar mejor; una fresita llamada Merengue que la encanta vivir y que sin motivo alguno es capaz de SONREIR?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El mago no era de nadie, su nombre es Merlín

Jacobino dijo...

Pueril, con numerosos errores de puntuación, así como erratas, anacolutos y algún leismo.

Suerte.

Calvin dijo...

Es un relato original en el planteamiento, pero coincido en que le falta madurez. Y sí, lo del mago de Merlín es cuando menos curioso.


Un saludo

Anónimo dijo...

Me ha parecido original y con mensaje , es cierto que algo ingantil, lo que no es raro si se tiene en cuenta que esta escrito por una niña.